martes, 27 de diciembre de 2011

Una nueva obra de Gerardo Garcíarosales:

Luna de agua

Edgardo Rivera Martínez

Proficua y reveladora es la trayectoria del escritor y periodista jaujino Gerardo Garcíarosales. Fiel siempre a sus raíces en Jauja y su valle, pero abierto también a la belleza de los paisajes y culturas de otras partes de la sierra del Perú, es cultor de la poesía, y autor de nueve títulos, entre los que se encuentran «La búsqueda infinita» (Puno, 1964), «Al pie del monte» (Tacna, 1967), «En memoria del hogar y de la penumbra» (Jauja, 1969), «Aquel hombre Xauxa» (Lima, 1996). Como narrador nos ha entregado «Entre caretas y cullucaras» (Jauja, 1999), de un humorismo muy especial.
Ha recibido también numerosos lauros y distinciones, como el Premio Nacional de Literatura Infantil (UNICEF), Premio Presidencia de la República Autores y Compositores Andinos (1987 y 1988), Premio Juegos Florales XLV aniversario de la Universidad Nacional del Centro del Perú, Premio Julián Huanay (1978 y 1986) del Instituto Nacional de Cultura, entre otros.
El libro que comentamos, «Luna de agua» (Acerva Ediciones, 2011), está escrito en prosa, y bien podría ser calificado de poemario, por lo mucho que hay de poético, aunque en diferente grado y manera, en los textos que comprende, bajo su sugerente título. Es un libro que recoge, modulándolas con gran sensibilidad, las vivencias, percepciones y experiencias del autor en su Jauja natal, en la de sus mayores, en la de los pueblos vecinos. Y tanto que ofrece un glosario de voces quechuas o de origen quechua.
Esas estampas van precedidas por una suerte de Prólogo, en que el autor se remite a lo que su abuela contaba. Inicia con una dedicada a la luna de agua —la misma que da título al conjunto—, esto es a la luna nueva, tan bella y prometedora en nuestros Andes. Y, a diferencia de los demás textos que siguen, es toda en cursiva.
«Luna de sal», con una primera parte también en cursiva, es de un carácter generalizador, si se puede decir así, seguida por otra, en letra redonda, de carácter más o menos anecdótico, con protagonistas que son niños, o adolescentes o jóvenes, en un tipo de contrapunto o alternancia que se dará en las estampas que siguen. En «Luna de los niños» se habla de cómo es posible que los que son huérfanos puedan ver en ella el rostro de la madre desaparecida. En «Luna de adioses» el autor se refiere a una que cuando se ofrece a nuestros ojos como cubierta por un tenue velo, es propia entonces de los adioses de una corta ausencia, pero si se la ve oscura se trata de las separaciones definitivas.
En «Luna de tisis» se habla de aquella que alumbraba a Jauja en los tiempos que acudían a nuestra ciudad, en busca de curación, los enfermos de tuberculosis pulmonar. Hay también para Gerardo Garcíarosales una luna que es la del «mal juicio», es decir la de los niños orates, que por suerte, y también por obra de nuestro satélite, «se vuelven normales, como si fueran angelitos». Y la «Luna de los muertos», por la cual, si se veía con un círculo pequeño, habrían de morir más mujeres que hombres, y si con uno grande, sucedía al revés. Tenemos la «luna de la avaricia», que lo era también de los egoístas, mezquinos y codiciosos. Y más adelante la «Luna de gusanera», que lo es de la muerte, en un texto no exento de finos toques de humor. Hay además, por cierto, la «luna de los olvidos», que tiene que ver con los del corazón. Se habla, en otra estampa, de la luna de la pobreza, en cuya segunda parte se ofrece la letra de un huayno que dice:

Flor de cielo, flor de luna, donosura,
flor de cielo, flor de luna, la dulzura;
son humildes tus colores, flor de cielo,
relucientes de pobreza, flor de luna.

Se trata, pues, y lo enfatizamos, de una obra original, impregnada, de diversas maneras, de un halo poético, o humorístico, o anecdótico, cuya publicación celebramos y que será sin duda objeto de una amplia lectoría.

Es un libro que recoge, modulándolas con gran sensibilidad, las vivencias, percepciones y experiencias del autor en su Jauja natal.


COMO DATO:

Esta edición:
«Luna de agua» se publicó anteriormente dos veces; una en 1999, tras obtener el premio CODAPOJ, y otra más en 2002. Esta edición, que corrió a cargo de Juan Carlos Suárez Revollar, de Acerva Ediciones, ha incorporado varias adiciones y mejoras. Entre las más saltantes está la reorganización del orden de cada una de las narraciones, así como la inclusión de nuevos textos y la supresión de erratas que arrastraba desde la primera publicación. El libro forma parte de la colección «Pasiones narrativas», que reúne la mejor literatura de la Región Centro, en cuidadas y muy accesibles ediciones.


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