Música
para mis oídos
Sandro Bossio Suárez
No recuerdo las nanas de mi madre, ni
las de mi abuela, que jamás entonaron nada, acaso solo las de mi tía Raquel,
quien canturreaba suavecito para que me durmiera. Lo cierto es que el recuerdo
más nítido que tengo de la música me remite a los huaynos y mulizas de Picaflor
de los Andes. Recuerdo con más claridad las hermosas canciones “Corazón mañoso”
y “Un pasajero en el camino”. Hasta ahora sigo pensando que este generoso
cantautor huancaíno, junto con Zenobio Dhaga, son lo mejor que ha dado en
música esta parte del país.
Todas las canciones de la Nueva Ola
(sobre todo Tormenta, Rabito, Leonardo Favio, Leo Dan y Palito Ortega)
acompañaron mi crecimiento, porque era la música que escuchaba mi tío Fernando
en su radio portátil mientras se rasuraba, aunque también disfruté con mi madre
a la Sonora Matancera (qué imborrables se me hacen las voces de Bienvenido
Granda y Celia Cruz). Pero, no contento con estos bellos cubanos, ni con el
trío Los Panchos, ni con Celina y Reutilio, también acompañaba a mi tía Maggi a
escuchar tangos inolvidables (los de Libertad Lamarque me magnetizaban) y
boleros eternos a mi padre (Vicentico Valdés, Lucho Gatica, los Hermanos
Rigual, las geniales Xiomara Alfaro y Armando Manzanero).
Al entrar a la adolescencia, se
arrimaron a mi vida los cantantes más simples, los más naturales, pero al mismo
tiempo los más sentidos y arrolladores, que me sembraron la fascinación por la
música romántica: Nino Bravo, Django, Miguel Gallardo, Camilo Sesto (su tema
“Con el viento a tu favor” es apasionante y “mendigo de amor” inspiró la
anécdota de todo un capítulo de una de mis novelas), Raphael (su canción “No
puedo arrancarte de mí” me conmueve hasta las lágrimas), Miguel Bosé (su balada
“Morir de amor” sigue siendo mi favorita). Hay una canción especialmente
hermosa, “Porque te vas”, de Jeanette que no me deja vivir.
Existen cantantes poco conocidos de
esa época ante quienes también me rindo: Albano y Romina (esposos
talentosísimos); Amanda Miguel y Diego Verdaguer (otros esposos
sobresalientes); Juan Pardo; Massiel; en fin.
Descubrí por entonces al más grande
músico de mi vida, al que acompañó mis días desde entonces, al que tocó el
fondo de mi corazón: José Luis Perales. Algún día escribiré una larguísima
crónica con todo lo que me comunicaron sus canciones. Ahora solo puedo decir
que se trata de un compositor extraordinario, descomunal, de una brillantez
poética y musical inigualable: los más grandes éxitos de la música romántica han
sido compuestos por él, incluyendo “Porque te vas”. Su canción “Buenos días
tristeza” es una poesía genuina. Lo mismo puedo decir de la gigantesca
capacidad de Juan Gabriel, el mexicano, para cautivar, envolver, indignar con
cada una de sus canciones.
Mi interés por la música me llevó a
explorar otros rumbos: el rock y el pop. Entonces aparecieron The Rolling
Stones, The Beatles, los Bee Gees, los Village People, Tina Turner,
Shocking Blue, que eran más antiguos pero recién descubiertos por mí. Llegué incluso
a escuchar ‘thrash metal’ y ‘heavy metal’, pero, con honestidad, mi mollera
apenas alcanzó para escuchar a Metallica y AC/DC. Entonces volví a los grupos
de moda: Men at work, Alphaville, Baltimora, Aerosmith, Pink Floyd, Led
Zeppelin, aunque también empecé a alternar con Janis Joplin, Joan Baez y los
Guns and roses, de épocas distintas, revueltas, pero de talentos equiparables.
Mención aparte merecen The Police y
Queen, dos bandas realmente geniales. El primero sencillamente excepcional.
Excepcional por Freddie Mercury, por Brian May, por Roger, por Deacon, por
todo. El segundo, a mi gusto, un grupo punk con pinceladas de reggae y no de
rock clásico, pero precisamente por ello muy rico. Mis solistas de la época:
Peter Shilling, Laura Branigan, Rod Stewart, Falco, David Bowie.
El rock alternativo también me sedujo:
me encantan Dido, Radiohead, U2, Oasis, The Cramberrys. Los sigo escuchando.
Un bombazo remeció mi pequeño mundo en
1986: “Devuélveme a mi chica” de los Hombres G (a quienes vi en un concierto
fenomenal no hace mucho y todavía con la misma fuerza). Luego vino todo el
poderoso rock en español: sobreviven Virus (de los Moura, portentosos) y
Soda Stereo (de Gustavo Cerati,
realmente deslumbrante).
En la universidad viré un poco mi
interés musical y, extremándolo, me aficioné al gran Chacalón y al grupo
Pintura Roja; y al mismo tiempo descubrí la música clásica, sobre todo la
barroca, cuya textura me fascina: Vivaldi, Bach, Telemann, Rameau, Handel,
Pachelbel, Albinoni. También escuché canto gregoriano.
Como periodista, he tenido la
oportunidad de entrevistar a muchos músicos y cantantes, a Ricardo Montaner, a
Olga Tañón (que me gusta mucho), a León Gieco, a Fito Páez, a Susana Baca, pero
saboreo mejor la música desde mi sillón: disfruto con Lady Gaga, con Shakira,
con Marc Anthony, pero también con Chabela Vargas, con Caetano Veloso, con
Chico Buarte, con Omara Portuondo y con la deífica Cesárea Évora.
Ahora, a mi edad, he aprendido a
escuchar de todo un poco.
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