Jhony Cahuallanqui
Conferirle a la Unión Europea (UE) el
Premio Nobel de la Paz ha suscitado una serie de cuestionamientos respecto a si
es meritoria tal distinción a un organismo que tuvo embustera participación en
las últimas guerras en Irak, Afganistán y Libia, con los excesos ya conocidos y
denunciados. Para muchos, es un reconocimiento tan grotesco como el de 2009, en
el que fuera concedido al presidente estadounidense Barack Obama, quien tuvo la
desfachatez de sustentar su tesis de la “guerra justa” en su discurso
protocolar.
Alfred Nobel en su testamento señaló
que este Nobel debía ser otorgado “…a la persona que haya
trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la
abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción
de procesos de paz”, por tanto, es legítimo preservar y exigir
que tal distinción sea concedida
a quien fortalece la paz y no a quien justifica la guerra para imponerla. La
paz no se dicta por decreto, es un proceso de respeto sustentado en el diálogo.
La simple nominación —hace décadas—, de Hitler, Stalin (dos veces)
e incluso Mussolini, son traspiés que fueron superados con el reconocimiento
justo a Martin Luther King, María Teresa de Calcuta, Nelson Mandela y al Dalai Lama Tenzin Gyatzo, pero el
excluir a Ghandi y a Juan Pablo II, son errores que la comunidad internacional
siempre reprochará al Comité Nobel del
Parlamento Noruego, encargado del Nobel de la Paz.
En 2010, este nobel recayó en Liu
Xiaobo, un disidente chino condenado a prisión por sus ideas incómodas de paz,
democracia y derechos humanos, que desde la masacre de Tiananmen —donde
sobrevivió—, busca instituir en el país
de Mao Tse-tung. China cuestionó el mérito a Xiaobo, pero felicitó a Mo Yang
que se hizo este año del Nobel de Literatura, reconociéndolo “como el primer y
único Nobel Chino”, olvidándose también de su natural Gao Xingjiang que lo alcanzó el 2000.
El Nobel de literatura lo concede la
Academia Sueca, que en 2010 lo adjudicó a nuestro compatriota Mario Vargas Llosa, que comparte
el mérito con latinoamericanos ilustres como Octavio Paz, Gabriel García Márquez,
Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias y Gabriela Mistral. Sin embargo, la
ausencia de Borges, Joyce, Tolstoi, Cortázar, Woolf o Kafka es un desaire
imperdonable. Este Nobel se declaró desierto en 1935 y fue rechazado
voluntariamente por Jean Paul Sartre y por presión del gobierno soviético,
también por Boris Pasternak.
El Nobel de Economía fue incorporado
luego por el Banco Central de Suecia y este año le corresponde a Alvin Roth y Lloyd Shapley, aunque el más
recordado sin lugar a dudas es John Nash, cuya vida terminó en la pantalla
grande con “A beautiful mind”. Meritorios son los aportes de Joseph Stiglitz,
Amartya Sen, Douglass North que han contribuido a la búsqueda de una economía
más “sensata” desde diferentes postulados.
El Instituto Karolinska concede el Nobel de fisiología o medicina, que en
2012 corresponde a John Gurdon y Shinya Yamanaka. De otro lado, la Real
Academia Sueca de Ciencias ha otorgado este año el Nobel de Física a Serge Haroche y
David Wineland y el de Química a Robert
Lefkowitz y Brian Kobilka, notable hecho es que Marie
Curie fue la única persona en obtener ambos méritos, el primero en 1903 y el
segundo en 1911.
De manera general, el Nobel constituye
la universalización del conocimiento y un compromiso por un mundo mejor, al
menos, esa fue idea de Alfred Nobel, que dicen, vivió atormentado por el uso
inadecuado de su mayor invento: la dinamita.
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