martes, 15 de octubre de 2013

COLUMNA: EL BUEN SALVAJE

El arte universal de ser niño

Sandro Bossio


Mariana es una niña que quedó huérfana cuando apenas tenía tres años. Su padre, el gaditano Pedro de Castilla, no puede con su crianza debido a sus viajes y, por ello, decide enviarla a casa de su tía Catalina, en el virreinato del Perú. Así, al lado de su doncella Laura, la pequeña Mariana (a quien su madre, desaparecida en un naufragio siete años antes, llamaba cariñosamente “Mar”), empieza su aventura por el océano Atlántico.
En el barco, como en la prodigiosa imaginación de la niña, hormiguean las leyendas: esos mares están llenos de piratas (sobre todo de los que están al mando del malvado Bramón); islas que aparecen y desaparecen; viejos dragones alados que merodean sobre las peñas. Mariana vive fascinada por esas historias, que pronto se hacen realidad cuando un grupo de bucaneros (los mismísimos de Bramón), haciéndose pasar por náufragos, toman el barco y planean asaltarlo. Mariana los escucha, pero teme denunciarlos porque su fama de bromista ha llegado al límite. Lo bueno es que Mariana, a expensas de su institutor Antonio, antes de embarcarse ha aprendido el manejo de la espada.
Esta línea argumental se abre en un rico entramado literario (un verdadero encaje colonial por decir lo menos), donde se despliegan varias historias en una rica estructura llena de rompimientos temporales y saltos cualitativos. Entre ellas, tenemos la historia en retrospectiva de Bramón, Cobra (abuelo de éste), Sofía (madre de Mariana), los antepasados del dragón Dorado, entre otros.
Más adelante, Mariana y sus amigos llegarán a una extraña isla, donde la intrépida niña conocerá al dragón de oro, que empieza a comunicarse con ella mentalmente y la llevará a conocer el secano, donde Mariana vivirá lo inesperado.
Bajo tales premisas, y tal como la literatura infantil tiene que mostrarse, esta novela goza de profundo lirismo y mucha consideración por la inteligencia de los pequeños lectores. Se trata, pues, de una obra con contenido humano y psicológico, de plena realización estética, y con técnicas y recurso modernos que van más lejos de las insustanciales historias para niños con las que autores menos diestros menosprecian su capacidad intelectiva. Personalmente, nos regodeamos en la ambientación histórica de la novela, que pone en relieve una cuidadosa investigación y un envidiable dominio de escena.
Esto hace que la novela de Córdova Rosas se acerque a la obra total en el género infantil, donde encontraremos un hecho artístico, un hecho histórico, un hecho social, un hecho psicológico y, por qué no, hasta un hecho editorial, pues se trata de un libro de enorme acogida.
Escuchamos a menudo que la literatura infantil tiene como características principales la trama lineal, los lugares inmanentes, el estilo narrativo directo. Sin embargo, estas “recetas” no siempre funcionan: la novela de Córdova Rosas, que fractura arriesgadamente estos moldes, procede a la perfección con las nuevas perspectivas propuestas por la escritora.

Estamos convencidos de que la literatura infantil es un arte que recrea afectos y emociones; contenidos humanos profundos; búsqueda de mundos incógnitos; así como sentimientos, fantasía y aventura. Todo esto está en la obra de Córdova Rosas. Sin embargo, estamos convencidos de que una obra infantil debe mostrar, sobre todo, respeto por la inteligencia e integridad del lector, punto en el que nuestra autora brilla, haciendo de esta obra (como todas las que firma) poesía, tradición, drama, anécdota, una verdadera epifanía que ilumina el alma de ser humano que es o ha sido niño.

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