martes, 15 de octubre de 2013

DESLECTURAS (CLÁSICAS): Joseph Conrad: ‘El corazón de las tinieblas’ (1901)

El horror, la locura, en las tinieblas de la humanidad

Juan Carlos Suárez Revollar

El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, ilustrado por Matt Kish.
Dislocada y delirante es la imagen del Congo belga de finales del siglo XIX en El corazón de las tinieblas (1901), la obra maestra de Joseph Conrad. La novela inicia con un ambiente apacible y diáfano, poco antes de que Marlowe relate su inmersión en unas metafóricas tinieblas, un mundo primitivo donde el alma humana toca fondo y pierde todo asomo de razón. La historia ocurre en la jungla africana —aunque en el libro no se menciona ubicaciones—, controlada por la Societé Anonyme Belge por le Commerce du Haut-Congo, que pese a sus pretensiones filantrópicas, era en realidad una codiciosa empresa de explotación, saqueo y exterminio.
Al margen de la realidad real, el narrador tiene una visión particular de las cosas, que muestra a gentes trastornadas y carentes de toda lógica. Son elocuentes el barco que cañonea hacia la nada en los matorrales o los constructores del ferrocarril que realizan voladuras demasiado alejadas de los futuros rieles. Estas tierras llevan a tornarse en violentos a hombres apacibles; y además de la mente, destruyen el cuerpo con la malaria y otras enfermedades tropicales, si es que el desquiciado estado de los hombres blancos no los lleva a matarse o a obligar a los nativos a asesinarlos en legítima defensa. Las tinieblas podrían definirse como lo más oscuro del alma humana, donde confluyen el mal y la locura. Pero también lo más primitivo de la tierra y los inicios de la creación, un territorio inexpugnable y alejado de la civilización.
El verdadero protagonista de la novela —implícito y constante— es Kurtz, una inteligencia superior que no solo ha acopiado para la compañía más marfil que todos los demás agentes juntos, sino que ha construido en su estación, a partir de la nada, una suerte de reino donde él es tenido entre un monarca y una deidad. El retrato de profunda admiración que le hacen los demás contrasta con el mesurado e incrédulo que recoge Marlowe, pues este lo conocerá en los albores de la muerte, cuando la enfermedad y la locura —hombre al fin y al cabo— han destruido lo extraordinario que había en él. ¿Qué lleva a un ser de gran talento como Kurtz, sensible a la poesía, la música y la pintura, a abandonar Europa para sumergirse en las tinieblas? La razón sería pueril y terrena: desaprobado por la familia de su prometida por no ser lo suficientemente rico, se sugiere como causa la impaciencia por su pobreza. Como los otros, su objetivo es extraer los recursos del Congo, pero queda claro que él es todavía peor, pues ha saqueado, robado o estafado más marfil que el resto.
Para Marlowe la estación de Kurtz es «una tenebrosa región de sutiles horrores y de un salvajismo puro». Desde su llegada a ese punto, la narración toma un cariz delirante, como si se tratase de una pesadilla.
Aunque se revela que el ataque al vapor que acaba con el timonel muerto fue por orden de un Kurtz ya enloquecido, la confusa batalla tiene el aspecto de una confrontación entre las fuerzas de la naturaleza y el hombre blanco que ha llegado para saquearla, una constante en toda la trama.
La novela tiene a dos narradores: el primero es anónimo y reproduce lo que Marlowe —el segundo— le cuenta de su experiencia en el Congo. Este doble filtro profundiza la subjetividad del relato (de por sí, la historia de Marlowe ya lo es).
Antes de morir, Kurtz resume en sus últimas palabras el estado en que ha acabado toda la aventura congolesa del hombre blanco: «¡El horror!». No creo que exista intento mejor que esta novela en la eterna exploración de las tinieblas de la humanidad.
  
MÁS DATOS: Joseph Conrad


Nacido en Polonia en 1857 con el nombre de Konrad Korzeniowski, escribió su obra en inglés. El ejercicio de la marina en su juventud le dio abundante material para sus más de veinte novelas, que distan largamente de la literatura convencional de aventuras por la profundidad y el cuidado de su técnica. Obras suyas son La línea de sombra, Lord Jim, El agente secreto o El corazón de las tinieblas, esta última protagonizada por Marlowe, un alter ego suyo. Se trata de uno de los narradores más importantes de la literatura universal. Murió en Inglaterra, su segunda patria, en 1924.

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