Mis lecturas de 2010
Confieso que ya no leo con la misma compulsión de mi adolescencia. Sin embargo, 2010 fue un año en que, de alguna manera, recuperé temporalmente mi capacidad de lectura. Hasta hace unos años leía casi exclusivamente literatura (sobre todo novelas y ensayos temáticos), pero por mis actividades periodísticas y académicas, ahora comparto la literatura con libros de otros campos: historia (sobre todo del Perú antiguo para preparar un proyecto novelesco de largo aliento), política, antropología, economía, medicina. Entre los autores más memorables que leí (y releí) este año están Doris Lessing, Hertha Muller, Paul Auster, Catherine Pancol, Arturo Pérez-Reverte, Zoé Valdez, Camila Läckberg, Laura Restrepo, Anna Gavalda, John Verdon, Federico Moccia, Daniel Estulin, Fernando Vallejo, y varios más. Por supuesto, destaca Mario Vargas Llosa, cuya última novela demuestra que los maestros también se cansan, pero que los grandes maestros luchan por mantenerse lozanos y vigentes, como lo hace él. También Isabel Allende, una autora a la que sigo con mucha fidelidad desde mi juventud, porque me parece una narradora nata, adictiva, que ahora me magnetizó con su novela sobre la esclavitud de negros en las plantaciones del Santo Domingo del siglo XVIII. Un tercer nombre es Alessandro Baricco, de quien, después de ver una mala versión cinematográfica, leí su novela sobre las rutas de la seda: muy histórica, muy romántica, con inolvidables pasajes eróticos que la acercan a la obra maestra. También Ken Follett, cuya novela sobre generaciones pesimistas marca su resurgimiento en el mundo de la novela. Hace poco me llegó de España “El cementerio de Praga”, que estoy leyendo ahora con deleite, como casi todo de Umberto Eco. Pero si tengo que destacar tres libros, son estos:
“Rosario Tijeras”, de Jorge Franco. En el mes de julio la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano premió una crónica mía sobre música, de modo que estuve en Medellín una semana, donde pude hacer entrevistas y conocer la ciudad. Me avergoncé cuando alguien me preguntó si había leído “Rosario Tijeras” y tuve que decir que no la había terminado (hacía un año que se había extraviado mi ejemplar a medio leer). La segunda noche de mi estadía corrí a comprar el libro y volví a leerlo completo, en unas horas, y me sentí realmente sacudido. Hermosísima historia de un amor imposible en un contexto violento marcado por el narcotráfico y el sicarismo. El personaje de Rosario es poderoso, apasionado, inolvidable: uno de los protagonistas más entrañables y mejor construidos de la novela latinoamericana contemporánea. Conmueve mucho Antonio, el eterno y rechazado enamorado de Rosario, quien narra poéticamente la desgarradora historia desde los pasillos del hospital donde ella agoniza.
“Los hombres que no amaban a las mujeres”, de Stieg Larsson. Confieso mi debilidad por las novelas policíacas, así que este libro fue uno de los más apasionantes de los que leí el pasado año. Lo empecé a leer en el avión de regreso a Perú y rápidamente me enfrasqué en esta primera aventura fascinante de Mikel Blomkvist y Lisbeth Salander, quienes, contratados por Henrik Vanger, deben desentrañar un crimen cometido hace 36 años. Novela policial, pero además una fábula social impresionante del mundo empresarial y automatizado del mundo actual. Casi una obra maestra.
“El hombre que ríe”, de Víctor Hugo, fue, sin lugar a dudas, mi mejor relectura. Esta arrebatadora historia decimonónica volvió a internarme en las callejuelas sucias de Southwark (Londres) y en los laberintos de pasiones de Ursus, Gwynplaine, Dea y Barkilfedro.
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