Balzac y la joven costurera china
Dai Sijie era una muchacha a la que no conocía, nunca había venido a mi molino. Cuando estuvo de pie en el saliente de la piedra, me hallé lo bastante cerca de ella para admirar su cuerpo desnudo, empapado. Jugaba con el taparrabos, lo enrollaba sobre su vientre, bajo sus jóvenes pechos, cuyos sobresalientes pezones eran un poco rojos.
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