Boris Espezúa Salmón
En 1943, el poeta chileno Pablo Neruda nos visitó en el Perú, y de modo especial, viajó a la ciudadela prehispánica ubicada en el Cusco. Después de haber recorrido el fatigoso camino hacia el lugar, la primera exclamación que tuvo el poeta, al ver la majestuosidad de Machu Picchu, fue: “Que buen lugar para un cordero asado”, para luego quedar impresionado por el mágico lugar, y luego de algunos años escribir poemas dedicados a Machu Picchu que obedecen al tiempo de su poesía épica, imprecatoria, de alegato y de profundo americanismo reunido en el libro “Canto General” que editó en 1950, y que fue el momento más alto de la poesía del Premio Nobel de Literatura de 1971, con más 250,000 ediciones vendidas en más de ocho idiomas hasta la fecha.
Pero, no sólo “Alturas de Machu Picchu” es conocida en nuestro medio como una de las únicas creaciones que recibió la ciudadela más importante de la época prehispánica en el continente, sino tenemos también un memorable poemario del Poeta Nicaragüense Ernesto Cardenal quien en su libro “Homenaje a los Indios Americanos” tiene en varios poemas en alusión a Machu Picchu, posteriormente se conoce que escribieron de la misma manera los poetas peruanos Martín Adán, César Toro, y Tulio Mora.
Neruda tuvo un brillante designio de poeta desde que a los 20 años cuando escribió “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” que fue el poemario obligado de los enamorados de la segunda mitad del siglo XX en Hispanoamérica; sin embargo, con los poemas dedicados a Latinoamérica alcanzaría la consagración mundial. Algunos versos a Machu Picchu son: “En la más alta vasija, estuvo reunido el silencio / Yo vengo hablar por vuestra boca muerta / a través de la tierra juntad todos los silenciosos labios derramados. Afilad los cuchillos que guardasteis / ponedlos en mi pecho y en mi mano / como un río de rayos amarillos / como un río de tigres enterrados / y dejadme llorar, horas, días, años, edades ciegas, siglos estelares”. En estos versos Neruda tiene la cualidad de encarnar la voz milenaria de nuestros ancestros, y reconocerse uno más de quienes labraron la piedra, alisaron los peñascos, y construyeron las murallas, este sentir hace que llegue a expresar una adhesión por la causa indígena, por su visión sideral, por un imprecación de hondo latinoamericanismo.
También, tenemos a un poeta que hace suyo un pasado que fue derruido, que impreca para que sea revalorado, para que se restituya el sufrimiento desde las profundidades de la piedra, donde se encuentra el grito, y la mirada de aquellos que como los agricultores, albañiles, alfareros, artesanos son la expresión viva de ese pasado, y que se repite en poemas como del “Del aire al aire”, La poderosa muerte”, “Amor Americano”, “Águila sideral”, y “Sube a nacer conmigo hermano”. En el año de 1981, La Universidad Católica de Chile y conjuntamente con el novelista Mario Vargas Llosa, prepararon un histórico musical con la agrupación “Los Jaivas” en la misma ciudadela, donde se musicalizaron poemas de Pablo Neruda dedicados a Machu Picchu, con ello se logró tener mayor interés tanto por sus poemas, como en el aumento de visitas a la ciudadela, hasta hacer más creciente su atractivo como una de las siete maravillas del mundo.
Personalmente recuerdo, las primeras cintas que grabaron la voz de Pablo Neruda, y fieles a una pequeña grabadora nos reuníamos en casa de algunos amigos de estudios, después de terminar las clases de secundaria para deleitarnos con la voz de Neruda, que era muy peculiar y contagiante, ya que encandilaba a quien lo escuchaba a vivenciar el poema de un modo pausado, con altas entonaciones cuando se trataba de poemas épicos, y cadenciosos en la poesía lírica, creo que uno de los pocos poetas, que para entonces había registrado su voz, en cintas como de sus libros: “Veinte poemas de Amor”, “Alturas de Machu Picchu”. Posteriormente, más bien impulsado por las pesquisas de este tipo de registros, pude encontrar la voz de Cortázar, de Borges, Octavio Paz, García Márquez o de Mario Benedetti. Pero, entre muchas cosas que se atesoran tendrá siempre un lugar especial, Pablo Neruda.
Neruda antes de morir, en sus memorias que fueron bastante difundidas, escribió sobre Machu Picchu diciendo: “Me sentí muy minúsculo ante ésta maravilla del mundo, y pude saber que había sido uno de los que construyó estas piedras, como chileno, peruano y americano”, sentimiento que a veces nosotros mismos como peruanos no tenemos, ni asumimos frente al pasado que no es sino el presente y el sentido hacia el futuro. Tanto en textos como: “Confieso que he vivido” o “Para nacer he nacido”, Neruda habla de su viajes, de su trabajo en la diplomacia que le permitió conocer el mundo, y por cierto, de sus experiencias poéticas y su permanente compromiso social. Entre estos escritos hay uno que es dedicado a la muerte de Vallejo: “Ya en los últimos tiempos, hermano, tu cuerpo, tu alma te pedían tierra americana, pero la hoguera de España te retenía en Francia, en donde nadie fue más extranjero. Porque era el espectro indoamericano, como nosotros, un espectro de nuestra martirizada América, un espectro madura en la libertad y en la pasión. Tenías algo de mina, de socavón lunar, algo terrenalmente profundo. Eres interior y grande, como un gran palacio de piedra subterránea, con mucho silencio mineral, con mucha esencia de tiempo y de especie”. En estas palabras resume lo que fue y es César Vallejo para el mundo. Neruda entró a la posteridad por su profundo arraigo al latinoamericanismo, por ser testigo de un tiempo, cuando vimos en él, la posibilidad de asumir el trabajo de escritor militante con responsabilidad al futuro y a la historia como lo quería Antonio Gramsci, para los jóvenes europeos de la década del 70.
No hay duda que la cultura es una sola, que es posible engarzar un canto mayor, si el compromiso ciudadano pasa por asumir en esa vasija mayor de la unidad y del consenso propuestas para conciliar las verdades y los cambios para la ruta que poetas como Vallejo, Neruda, Paz, Cardenal, Borges o Benedetti nos allanaron, y así, transitar sobre una nueva conciencia latinoamericana.
En 1943, el poeta chileno Pablo Neruda nos visitó en el Perú, y de modo especial, viajó a la ciudadela prehispánica ubicada en el Cusco. Después de haber recorrido el fatigoso camino hacia el lugar, la primera exclamación que tuvo el poeta, al ver la majestuosidad de Machu Picchu, fue: “Que buen lugar para un cordero asado”, para luego quedar impresionado por el mágico lugar, y luego de algunos años escribir poemas dedicados a Machu Picchu que obedecen al tiempo de su poesía épica, imprecatoria, de alegato y de profundo americanismo reunido en el libro “Canto General” que editó en 1950, y que fue el momento más alto de la poesía del Premio Nobel de Literatura de 1971, con más 250,000 ediciones vendidas en más de ocho idiomas hasta la fecha.
Pero, no sólo “Alturas de Machu Picchu” es conocida en nuestro medio como una de las únicas creaciones que recibió la ciudadela más importante de la época prehispánica en el continente, sino tenemos también un memorable poemario del Poeta Nicaragüense Ernesto Cardenal quien en su libro “Homenaje a los Indios Americanos” tiene en varios poemas en alusión a Machu Picchu, posteriormente se conoce que escribieron de la misma manera los poetas peruanos Martín Adán, César Toro, y Tulio Mora.
Neruda tuvo un brillante designio de poeta desde que a los 20 años cuando escribió “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” que fue el poemario obligado de los enamorados de la segunda mitad del siglo XX en Hispanoamérica; sin embargo, con los poemas dedicados a Latinoamérica alcanzaría la consagración mundial. Algunos versos a Machu Picchu son: “En la más alta vasija, estuvo reunido el silencio / Yo vengo hablar por vuestra boca muerta / a través de la tierra juntad todos los silenciosos labios derramados. Afilad los cuchillos que guardasteis / ponedlos en mi pecho y en mi mano / como un río de rayos amarillos / como un río de tigres enterrados / y dejadme llorar, horas, días, años, edades ciegas, siglos estelares”. En estos versos Neruda tiene la cualidad de encarnar la voz milenaria de nuestros ancestros, y reconocerse uno más de quienes labraron la piedra, alisaron los peñascos, y construyeron las murallas, este sentir hace que llegue a expresar una adhesión por la causa indígena, por su visión sideral, por un imprecación de hondo latinoamericanismo.
También, tenemos a un poeta que hace suyo un pasado que fue derruido, que impreca para que sea revalorado, para que se restituya el sufrimiento desde las profundidades de la piedra, donde se encuentra el grito, y la mirada de aquellos que como los agricultores, albañiles, alfareros, artesanos son la expresión viva de ese pasado, y que se repite en poemas como del “Del aire al aire”, La poderosa muerte”, “Amor Americano”, “Águila sideral”, y “Sube a nacer conmigo hermano”. En el año de 1981, La Universidad Católica de Chile y conjuntamente con el novelista Mario Vargas Llosa, prepararon un histórico musical con la agrupación “Los Jaivas” en la misma ciudadela, donde se musicalizaron poemas de Pablo Neruda dedicados a Machu Picchu, con ello se logró tener mayor interés tanto por sus poemas, como en el aumento de visitas a la ciudadela, hasta hacer más creciente su atractivo como una de las siete maravillas del mundo.
Personalmente recuerdo, las primeras cintas que grabaron la voz de Pablo Neruda, y fieles a una pequeña grabadora nos reuníamos en casa de algunos amigos de estudios, después de terminar las clases de secundaria para deleitarnos con la voz de Neruda, que era muy peculiar y contagiante, ya que encandilaba a quien lo escuchaba a vivenciar el poema de un modo pausado, con altas entonaciones cuando se trataba de poemas épicos, y cadenciosos en la poesía lírica, creo que uno de los pocos poetas, que para entonces había registrado su voz, en cintas como de sus libros: “Veinte poemas de Amor”, “Alturas de Machu Picchu”. Posteriormente, más bien impulsado por las pesquisas de este tipo de registros, pude encontrar la voz de Cortázar, de Borges, Octavio Paz, García Márquez o de Mario Benedetti. Pero, entre muchas cosas que se atesoran tendrá siempre un lugar especial, Pablo Neruda.
Neruda antes de morir, en sus memorias que fueron bastante difundidas, escribió sobre Machu Picchu diciendo: “Me sentí muy minúsculo ante ésta maravilla del mundo, y pude saber que había sido uno de los que construyó estas piedras, como chileno, peruano y americano”, sentimiento que a veces nosotros mismos como peruanos no tenemos, ni asumimos frente al pasado que no es sino el presente y el sentido hacia el futuro. Tanto en textos como: “Confieso que he vivido” o “Para nacer he nacido”, Neruda habla de su viajes, de su trabajo en la diplomacia que le permitió conocer el mundo, y por cierto, de sus experiencias poéticas y su permanente compromiso social. Entre estos escritos hay uno que es dedicado a la muerte de Vallejo: “Ya en los últimos tiempos, hermano, tu cuerpo, tu alma te pedían tierra americana, pero la hoguera de España te retenía en Francia, en donde nadie fue más extranjero. Porque era el espectro indoamericano, como nosotros, un espectro de nuestra martirizada América, un espectro madura en la libertad y en la pasión. Tenías algo de mina, de socavón lunar, algo terrenalmente profundo. Eres interior y grande, como un gran palacio de piedra subterránea, con mucho silencio mineral, con mucha esencia de tiempo y de especie”. En estas palabras resume lo que fue y es César Vallejo para el mundo. Neruda entró a la posteridad por su profundo arraigo al latinoamericanismo, por ser testigo de un tiempo, cuando vimos en él, la posibilidad de asumir el trabajo de escritor militante con responsabilidad al futuro y a la historia como lo quería Antonio Gramsci, para los jóvenes europeos de la década del 70.
No hay duda que la cultura es una sola, que es posible engarzar un canto mayor, si el compromiso ciudadano pasa por asumir en esa vasija mayor de la unidad y del consenso propuestas para conciliar las verdades y los cambios para la ruta que poetas como Vallejo, Neruda, Paz, Cardenal, Borges o Benedetti nos allanaron, y así, transitar sobre una nueva conciencia latinoamericana.
Neruda tiene la cualidad de encarnar la voz milenaria de nuestros ancestros, y reconocerse uno más de quienes labraron la piedra, alisaron los peñascos, y construyeron las murallas.
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