domingo, 10 de julio de 2011

Los Jaivas, Vargas Llosa y Machu Picchu

Elías Astete Huamán

En setiembre de 1981, el grupo chileno de música etno-rock, Los Jaivas, grabaron el video del álbum musical “Alturas de Machu Picchu”. Para hacerlo, emprendieron una carrera titánica contra el tiempo. El encargo les llegó de un amigo: el productor peruano Daniel Camino, quien les pidió musicalizar el poema de Pablo Neruda. La idea era hacer una cantata latinoamericana en el mismo santuario inca, incluyendo a voces magistrales como Mercedes Sosa y Chabuca Granda. Lamentablemente, no se pudo concretar. Desde enero de 1981, Los Jaivas se vieron abrumados por el proyecto, pues tenían giras por los países nórdicos y había que componer la música. Tuvieron que encontrar espacios libres para cumplir el compromiso: en hoteles, en los almuerzos y antes que empezaran los conciertos. La tarea no fue fácil, pues ellos no habían leído, hasta entonces, “Alturas de Machu Picchu” y, mucho menos, conocían la ciudad de piedra (estos contratiempos están contados en un DVD, producido hace algunos años atrás, que recopila el video con material extra y testimonios).
Cuando llegó la fecha de grabación, en setiembre de ese año, finalmente, en Machu Picchu, se terminó la ansiedad: ¿la música compuesta en Francia estaría acorde con la esencia del poema y del santuario inca? Pues sí. Observar el video de la interpretación es una experiencia gratificante. Los temas poéticos musicalizados encajan para el goce, con lo místico y ancestral de la ciudadela. En Machu Picchu sucede que al tocar sus piedras tutelares, uno contempla, como si fuera un espejo, sus lejanos orígenes.
Neruda sintió esa identificación cuando visitó Machu Picchu en octubre de 1943. En su libro de memorias, “Confieso que he vivido”, publicado tiempo después, dejó escrito el fascinante encuentro:

‹‹Me detuve en el Perú y subí hasta las ruinas de Macchu Picchu. Ascendimos a caballo. Por entonces no había carretera. Desde lo alto vi las antiguas construcciones de piedra rodeadas por las altísimas cumbres de los Andes verdes. Desde la ciudadela carcomida y roída por el paso de los siglos se despeñaban torrentes. Masas de neblina blanca se levantaban desde el río Wilcamayo. Me sentí infinitamente pequeño en el centro de aquel ombligo de piedra; ombligo de un mundo deshabitado, orgulloso y eminente, al que de algún modo yo pertenecía. Sentí que mis propias manos habían trabajado allí en alguna etapa lejana, cavando surcos, alisando peñascos.
››Me sentí chileno, peruano, americano. Había encontrado en aquellas alturas difíciles, entre aquellas ruinas gloriosas y dispersas, una profesión de fe para la continuación de mi canto.
››Allí nació mí poema "Alturas de Macchu Picchu”››.

Para la presentación del video fue invitado el escritor Mario Vargas Llosa, quien, con elocuencia literaria e histórica, enalteció las emociones que se desbordan al contemplar tamaño prodigio, hecho por el hombre y la naturaleza. Sobre Neruda dijo: “En realidad, la experiencia (de conocer Machu Picchu) lo removió profundamente, tocó las fibras más secretas de su personalidad, y estimuló su imaginación y su verbo como pocas otras experiencias de su vida”. Sostuvo, también, el ahora premio Nobel, quien lamentablemente no estará para la celebración, que el poema es “una indagación sobre el secreto que guardan estas piedras respecto de quienes las trabajaron y habitaron entre ellas, unos hombres en quienes el poeta reconoce a sus antepasados: a los fundadores de lo americano”.
El encuentro histórico volvió a repetirse este año: Los Jaivas y su música, los versos sublimes de Neruda y, el majestuoso Machu Picchu y sus cóndores, festejando el centenario del santuario inca.


Los temas poéticos musicalizados encajan para el goce, con lo místico y ancestral de la ciudadela. En Machu Picchu sucede que al tocar sus piedras tutelares, uno contempla, como si fuera un espejo, sus lejanos orígenes.

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