Josué Sánchez
El lago Konstanz, situado en¬tre Suiza, Austria y Alemania, es el segundo lago más grande de Eu¬ropa y uno de los de mayor atracti¬vo turístico. En sus riberas alber¬ga el célebre Convento de Salem y las capillas barrocas y de estilo rococó más hermosas del conti¬nente.
En la ciudad de Konstanz, a orillas del lago, se encuentra la tumba del teólogo y reformador checo Juan Hus, que fuera exco¬mulgado por Alejandro V y luego quemado vivo por orden del Con¬cilio celebrado en esa ciudad en 1414, que puso fin al Gran Cisma de Occidente. Una pla¬ca metálica en una de sus principales calles indica el lugar exacto del sacrificio.
Cada uno de los encantadores pueblos que bordean el lago con¬serva trozos de la historia antigua y reciente de los países que lo cir¬cundan, pero Mainau es un caso especial. La isla de Mainau es un tesoro ecológico, artístico e histó-rico.
Debido a su cálido microclima, tiene una vegetación tropical y sub¬tropical. En ella florecen las más hermosas variedades de orquídea del mundo, tulipanes, jacintos, da¬lias, rododendros, cipreses, palme¬ras, naranjas, plátanos y alrededor de 1200 variedades de rosas. Toda la isla es un mági¬co jardín primaveral, con zonas umbrías y otras de resplandecien¬te colorido.
“El Mundo de los Niños” es úni¬co en su concepción. Con esculturas tridimensionales de plantas en floración, representando pavos reales, patos, búhos y hasta a Moby Dick, es una muestra excep¬cional de lo que puede hacer la arquitectura de jardines.
Castle Terrace, el hermoso castillo barroco ubicado en el cen¬tro de la isla, y la Iglesia de St. Marien, a su costado, datan del siglo XVIII. Fueron construidos por Jo-han Kaspar Bagnato. Los altares y confesionarios de la Iglesia fueron decorados por Joseph Antón Feuchtmayer y los frescos del cie¬lo raso por Franz Josef Spiegler. Con sus paredes y columnas de mármol y pan de oro, sus bellísi¬mas esculturas de ángeles, sus rollizos amorcillos, su madonna negra, sus pinturas de Cristos, san¬tos y ángeles que parecen elevar¬se hacia el infinito, la Iglesia de St. Marien se ubica en la cúspide del barroquismo europeo, en tránsito al rococó.
El propietario de la isla es el Conde Lennart Bernadotte, un gran defensor de la ecología que ha llegado a ser presiden¬te de la Sociedad Ale¬mana de Horticultura. Se le puede ver reco¬rriendo la isla. Cuando la visité tuve oportunidad de verlo, mientras espera¬ba tomando una cerve¬za en un restaurante a un amigo ecuatoriano cuya tar¬danza me tenía preocu¬pado. El ecuatoriano se había le¬vantado intempestiva¬mente de la mesa me¬dia hora antes y casi sin mediar palabra había salido del local. Cuando por fin re¬gresó, me mostró su¬brepticiamente una rosa que llevaba envuelta en un periódico, explicándome en voz baja que la había roba¬do para regalársela a su novia. Su audacia me sor¬prendió, de haber sido descubiertos hubiéra¬mos sido arrestados por la estricta policía alemana que custodia la isla. Su romanticismo, no obstante, me hizo sonreír cómplice; la isla nos había embrujado.
Dos meses después, sin embargo, mi amigo llamó para invitarme a una fiesta. Cuando llegamos, se acercó a los anfitriones, a quienes muy calmado me presentó como su ex-novia y el nuevo enamorado de ésta, agregando con un suspiro que era una lástima que ella no hubiera apreciado el riesgo que representaba robar una flor en Ale¬mania. Cosas de la prosaica vida.
Toda la isla es un mági¬co jardín primaveral, con zonas umbrías y otras de resplandecien¬te colorido.
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