jueves, 7 de junio de 2012
Cortázar para siempre
Saulo Balvín
Es “Bestiario” que “El Perseguidor” de los que “Queremos tanto a Glenda” sea una “Historias de Cronopios y de famas” que, por “Las babas del diablo”, ya llegaron a sus cincuenta años. “Rayuelas”, su talento se extiende con relatos tan cortos.
Por lo visto Julio Cortázar forjó desfigurar a la prosa formal sobre el rostro de la literatura de esos tiempos (mediados del s. XX), cambiándola inexorablemente. Las técnicas literarias eran las mismas, pero el estilo que innovó fue certero, trascendente y experimental, tanto que se disfruta hasta estos días.
A partir de la primera publicación de “Presencias” (1938), vendría su colección de cuentos “La otra orilla” (1945), y más tarde llegarían como un artificio de juegos, entre párrafos y títulos, otros libros más. Una fluctuación de ideas que generan disonancias con lo normal, abstrayéndonos a la ficción por historias dotadas de imágenes inverosímiles, pero que eran escenas de la realidad poseedoras de una idea autónoma en cada relato.
Como parte del “Boom”, y la vanguardia literaria, llegó hoy incólume: “Historias de Cronopios y de famas” (1962), un tributo a la narrativa y al relato breve, por sus cincuenta años y su permanencia en el tiempo. Julio Cortázar es de todas partes.
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