domingo, 24 de junio de 2012

FELIZH 2012: feria o muerte


La IV Feria del Libro Zona Huancayo abrió sus puertas entre la creciente expectativa de los escolares, y el arribo de grandes escritores. En la ceremonia inaugural, Mario Bellatín, autor de “Salón de belleza”, definió las ferias de libros, como la nuestra, con una provocadora alocución, en la cual descubre el actual trabajo editorial y la sufriente educación en literatura que recibimos. A continuación, el discurso completo para usted.
 

Mario Bellatín

 Así como sucede con el sistema que rige los aeropuertos, los métodos bancarios para los usuarios, las estructuras en apariencia democráticas —y por lo tanto aparentemente correctas— que dirigen los rumbos políticos, en el ámbito literario las formas tradicionales de llevar adelante sus fines, por lo general, están mal hechas, pésimo más bien. Libros que no llegan a los lectores, obras que se empolvan en anaqueles olvidados, personas ávidas de zambullirse en páginas de textos que cuestan lo que se gana de sueldo en una quincena. Autores que se quejan de la falta o de los malos manejos de los editores. Libreros que anuncian la próxima clausura de sus negocios. Traductores que se sienten traicionados, tanto económica como intelectualmente, frente al trato que reciben sus trabajos. Lectores exigentes que únicamente encuentran obras de pacotilla entre innumerables volúmenes amontonados como por acción de un demente. Profetas de cantina que anuncian la muerte del papel impreso. Modernos que son incapaces de leer en otro medio que no sea el que les otorgan sus “kindles”. Navegantes desesperados por apoderarse de la mínima información que circule por la red. Escritores que son invitados a un almuerzo por un grupo de pirateadores ambulantes de sus libros. Ferias que parecen remate de garaje. Libros sacrificados a no ser distribuidos más allá de los cien metros de donde fueron escritos. Todo está mal en el universo literario. Librerías a las cuales teme entrar la mayor parte de la población. Profesores de secundaria que lograron apagar cualquier interés en sus pupilos por sobresaturarlos de fechas y nombres vacíos. Campañas de lectura que lo único que olvidan es lo más importante: ¿qué es un libro y cómo se utiliza? Y ahora, esta mañana, nosotros reunidos en una Feria de Libro. ¿Qué hacemos acá, deberíamos preguntarnos? ¿Será este acto la perpetuación del horror editorial que venimos padeciendo los últimos cincuenta años? Estoy seguro que no. Sé que, con la fe ciega de los autores, precisamente porque todo está mal en el ámbito literario, se necesita lanzar una iniciativa de semejante riesgo. Esta Feria nace cuando las ferias, tal como las conocíamos, mueren. ¡Vivan las Ferias! Esta Feria tendrá que ser la primera que comprenda que, nunca antes como ahora, la juventud escribió más y leyó tanto. El reto es hacer que una estadística semejante no se reduzca al hecho de encontrarnos en un tiempo donde nunca como ahora se leyeron y escribieron más mensajes de texto, y perfiles de Facebook o de Twitter. Como autor y lector que ha sufrido el horror de las cosas mal hechas —principalmente porque la mayoría de estos sistemas se basan en modelos de mediados del siglo XIX— conmino a la Feria del Libro Zona Huancayo a que invente, desde sus bases, las nuevas formas de facilitar y de hacer posible la lectura, la discusión, la salvación de noveles autores y lectores brillantes, que están a punto de ser ganados por lo cotidiano y gris de nuestras existencias cotidianas. Que la Feria de Huancayo sea un lugar que no tenga nada que perder sino que, por el contrario, reinvente las maneras en las que los autores, editores y lectores hallen una nueva forma de encontrarse. Que la Feria del Libro de Huancayo se comprometa a semejante empresa creativa, o que cierre sus puertas el mismo día de su inauguración, es decir, en este instante. ¡Feria o muerte!

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