Julio Ramón y sus fantásticos juegos
Sandro Bossio
Suárez
Julio Ramón Ribeyro fue un
extraordinario narrador. Tuvo especial predilección por los temas sociales y
realistas. Sin embargo, en algunas ocasiones se interesó por las cuestiones
fantásticas. En ese género su talento narrativo también alcanzó gran altura.
Probablemente, han sido Maupassant (en
los cuentos fantásticos) y Kafka (en los relatos con acentos del absurdo) los
escritores que influyeron en su incursión en este género. Sus cuentos
fantásticos son “La careta”, “Doblaje”, “La insignia”, “Demetrio” y “Ridder y
el pisapapeles”. Pero Ribeyro no sólo escribió relatos direccionalmente
fantásticos, sino también algunos con sutiles acentos de la literatura de lo
ilógico. En ellos destacan “Los jacarandás” y “Silvio en el rosedal”.
“La careta” es un cuento genial,
redondo, y sin embargo poco conocido de Ribeyro. Fue escrito cuando estaba
todavía en el colegio, según sus propias confesiones, y trata sobre un pobre
diablo que al no tener una máscara para asistir a una fiesta de disfraces,
decide usar su propio rostro como careta. Al final, al no poder sacarse la
máscara como le indica el anfitrión, termina con el rostro desollado.
“Doblaje” es, a su turno, un cuento
portentoso. Como los grandes cuentistas de este género (Hoffmann, Poe,
Dostoievski, Borges, Cortázar), el autor aquí trata también del doble (o
sosías). En este caso un inglés maniático se desplaza a las antípodas (en el
cuento Australia) en busca de su supuesto doble antagónico. Allá vivirá una
serie de experiencias extrañas, que terminarán involucrándolo sentimentalmente
con una muchacha, quien parece conocerlo desde tiempo antes. Al regresar a
Londres, encontrará que alguien (su propio doble, que sabe quién es y cómo
actuar, y se escamotea siempre) ha vivido en su departamento y hasta ha
terminado la pintura inconclusa que él ha dejado antes de partir.
En "El libro en blanco" nos
presenta un relato aterrador, cuyo protagonista es un libro maldito que
arrastra muerte, soledad y catástrofes.
“La insignia” es un cuento ingenioso,
diestramente elaborado, en el que un hombre encuentra un emblema en la calle y,
a partir de su hallazgo, es incluido en una sociedad secreta, donde nunca ve a
sus ascendientes, pero cada vez va escalando posiciones y teniendo más
prerrogativas. Aquí, aparte de contarnos una historia por demás misteriosa y
seductora, el autor cumple además una función crítica y burlesca a las logias
del mundo.
Por su lado, los juegos con el tiempo
estructuran "Demetrio", un cuento casi gótico, de horror, en el que
se maneja magistralmente el suspenso y la tensión dramática: un hombre ha
encontrado el diario de su amigo muerto hace casi nueve años en el que, sin
embargo, el difunto ha escrito vivencias futuras (por ejemplo lo que ocurrirá
ese día a la medianoche). Mientras el protagonista se pregunta cómo puede ser
eso, se escuchan, afuera, los pasos lentos de Demetrio, el muerto, subiendo las
escaleras para cumplir con lo que escribió en el diario: “El 10 de noviembre de
1953 visité a mi amigo Marius Carlen”.
En "Ridder y el
pisapapeles", un adorno es lanzado una noche en Lima para espantar a los
gatos y éste cae en Bélgica, anulando la distancia espacial. Un cuento
sumamente entretenido, bien edificado, increíblemente gráfico. Su maestría
radica en el sorprendente final abierto.
"Los jaracandás" y “Silvio
en el Rosedal” son cuentos que, si bien no tratan el tema fantástico
directamente, enclavan en sus pliegues una serie de guiños fantásticos,
ilusorios, misteriosos y hasta absurdos (como los niños que juegan al fútbol
usando una mariposa en el primer cuento o los acertijos del segundo).
Concluimos junto con el estudioso
italiano Giovanni Minardi en que Julio Ramón Ribeyro “sobresale de manera
excelente en el género fantástico”.
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