Juan Carlos Suárez Revollar
La dramaturga huancaína María Teresa Zúñiga Norero ha construido
un universo teatral propio, que la ha convertido en embajadora cultural de
Huancayo y el Perú.
El primer contacto de María Teresa Zúñiga Norero con la literatura
no fue con el teatro, sino con la poesía. Pero fue desde finales de la década
de los ochenta que su prestigio empezó a crecer, tras la fundación del grupo
teatral Expresión, en 1986, junto con su esposo —y cómplice, colega, socio—
Jorge Miranda Silva.
Él estaba seguro que la reputación de
Expresión iba a tardar al menos diez años en consolidarse, pero ocurrió algo
peculiar, pues apenas María Teresa escribió «Corazón de fuego» y el grupo lo
puso en escena, significó un salto para ellos y un nuevo paso para los
escenarios peruanos.
«Con “Corazón de fuego” se pudo mostrar que
el teatro de tema incaico podía mostrar mucho más que el convencional», nos
dice Miranda Silva.
Lo peculiar de Expresión es que lo integra,
casi en su totalidad, la familia Zúñiga Norero: desde María Teresa y Jorge,
quienes además de escribir, producir o dirigir las piezas teatrales, son los
padres de Jorge Luis y Marco, dos jóvenes que actúan desde que aprendieron a
caminar.
Obras como «Mades Medus» o «Zoelia y Gronelio»
constituyen universos muy personales, únicos en las tablas latinoamericanas,
razón por la cual la prestigiosa «The Oxford Encyclopedia of Theatre and Performance»,
de Inglaterra, calificó a María Teresa Zúñiga Norero como «Una de las más “avantgarde”
—personalidad muy destacada— y prolíficas dramaturgas latinoamericanas de fin
de siglo». De «Mades Medus», Eduardo Cabrera, de Millikin University (Illinois,
EE.UU.), ha escrito que «la profunda filosofía que se desprende de un teatro
poético cargado de múltiples significados, nos obliga a revisitar el concepto
del fin de las utopías».
La magia de María Teresa no está únicamente
en su obra, pues pocos creadores de su talla muestran tanta sencillez,
deferencia y generosidad hacia sus muchos admiradores. No es raro verla, en
presentaciones y festivales de teatro, vestida en bluyín, prestando ayuda a sus
colegas. Una anécdota: se había trasladado a Lima por invitación de la
Universidad Científica del Sur, y sin sospechar lo que le tenían preparado,
estaba ocupadísima, echando una mano durante una presentación, cuando fue
llamada al escenario para otorgarle el reconocimiento por su destacada
trayectoria teatral.
Las decenas de premios y reconocimientos que
ha recibido parecen ser simples alicientes que complementan la obra de toda una
vida: profundas reflexiones sobre la condición humana, que abarcan desde
complejas piezas teatrales para un público erudito, hasta divertidas y emotivas
funciones juveniles e infantiles.
Aunque ha publicado poco, mucha de su obra ya
ha sido puesta en escena. Se trata de una autora cuya obra es profundamente
admirada por los cultores del teatro de todas partes de Latinoamérica, Europa y
Estados Unidos, donde se ha presentado en diversas oportunidades. Por eso,
María Teresa Zúñiga es, a través de los montajes de su obra, una legítima
embajadora del Perú.
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