Leonardo Mendoza Mesías
Estamos en
pleno Tayta Shanti y es evidente que es una de las más grandes festividades
andinas, conocida también como “Tinyacuy” o, simplemente, Herranza.
Tiene una
duración de más o menos quince días —aunque la celebramos por mucho más—, cuyo
inicio es el 24 de julio por la noche. Siendo los distritos sureños del Valle
del Mantaro, como Viques, Huayucachi, Huancán, etc., donde arranca, al ritmo de
la tinya y las “waqras”, la algarabía.
Pero, ¿qué
es el Tayta Shanti? Se da cuando los pastores marcan a sus ganados con unas
cintas en las orejas. Es una fiesta a la fertilidad, aplicada antes solamente a
los auquénidos, y ahora también al ganado vacuno, ovino y caprino.
Es una
expresión cultural que se puede encontrar en Junín y Huancavelica,
principalmente. Y, ¿qué significación tiene? ¿Qué simboliza? ¿Qué representa? Es
más que una ceremonia, es una racionalidad. La racionalidad de esta parte del
mundo andino respecto a los animales, a la naturaleza, que se ve acrisolada y
expresada en la festividad de la marcación de los animales. Si se quiere, es el
agradecimiento del hombre a su ganado por acompañarlo en sus labores agrícolas,
cuando lo pone de yunta o arado, cuando lo salva del hambre proveyéndole de
leche, carne, lana y más, o cuando debe venderlo para saldar alguna deuda.
Entonces, Tayta Shanti es pensamiento, de reciprocidad al animal, y también es
sentimiento, por el cariño a estos seres.
Si bien lo
más visible es el colorido pasacalle de las pandillas, cuyas talqueadas
polleras multicolores femeninas son lo que más llama la atención, es además una
muestra de la resistencia física de quienes participan. Es la presencia de lo
rural en lo urbano, y esto es fácil de comprobar en nuestras ciudades cuando
vemos que sus calles se ven invadidas por alegres comparsas que llaman la
atención a propios y extraños. Entonces, si la Herranza antes era considerada
sólo una fiesta de campesinos, ahora no. Hoy es una celebración donde hay el arte,
colorido, la fortaleza y alegría de un pueblo, nuestro pueblo.
Cuando uno
lo observa, tiene al menos dos grandes momentos: el ritual y el festejo en sí.
El ritual es más doméstico y familiar, se sustenta en la “pagapa” o “pagapu” a
la Mamapacha representada por la “illa” de piedra, la coca y la chicha de jora.
El festejo
es el júbilo por lo que se recibió, augurando positivamente por lo que vendrá
el próximo año. Por eso, luego del ritual, el ganadero y el pastor salen con sus
mejores atuendos a celebrar y llamar a la buenaventura, departiendo con sus
amigos, vecinos y el pueblo. Y si vemos bien los que vivimos aquí, Huancayo es
un pueblo grande que está formado por otros más pequeños y algunos barrios.
Tayta Shanti
es la presencia del ande en la ciudad, de la tradición en lo moderno, del
futuro en el presente, de lo profano en lo sagrado.
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