Halapakuy
en el Canipaco: la despedida de las yuntas
Josué Sánchez
PINTURA: Josué Sáchez |
Cada año, los dueños de ganado hacen
bajar al pueblo los toros que pastan en las solitarias estancias de piedra de
las frías punas, para ser usados como yuntas por los mozos de labranza o
gañanes y sus asistentes, los boberos, durante la temporada de siembra.
Finalizada la siembra, ya en el mes de
noviembre, se realiza el “Halapakuy” o despacho de las yuntas, fiesta agraria que consiste en devolver el ganado a
sus lugares de pastoreo. Los preparativos de la fiesta involucran a los dueños
de los toros o patrones, a los gañanes y a sus pastores, que se afanan
preparando abundante chicha de jora para hacerla madurar con tiempo en los
grandes “ulpos” o porongos de barro cocido, pelando maíz y trigo para el
mondongo y el patachi que se servirá después,
y elaborando panes de forma humana y de ave. Aguardiente, coca,
cigarrillos y fruta no han de faltar, así que se compran con anticipación; y, en la víspera, los gañanes recogen en las
cercanías flores de “ayhuarsh” y “allinhuayta” (clavelinas) que guardan
cuidadosamente.
El primer día del “Halapakuy” comienza a tempranas horas,
cuando los pastores y gañanes, acompañados de sus familiares, se acercan a la
casa del patrón. Ya en ella, las mujeres trenzan guirnaldas de flores de “ayhuarsh” y preparan “huallas” o collares de panes, nísperos y
otras frutas, mientras los invitados escancian licor y una cantora tañe la
tinya, a cuyo son los gañanes colocan flores de “allinhuayta” en los sombreros de los asistentes.
Luego uno de los gañanes invita el
almuerzo, concluido el cual los asistentes empiezan a “huayllachir” o adornar a
los toros con las “huallas” y las
guirnaldas de flores. Esta ceremonia es acompañada por una melodía especial, mezcla
de sonidos procedentes de “huaqras”
(cornetas o cachos), tinyas y la voz aguda de la cantora. Una vez que los toros
están adornados, el patrón pasa a “huayllachir”
a sus gañanes con “huallas”
hechas con vellones de lana.
Después todos se dirigen danzando a la
casa de los pastores, precedidos por los toros y con los gañanes al frente
portando banderines de colores vistosos.
La danza prosigue en el hogar de los
pastores y mientras éstos agasajan con licores a los asistentes, el dueño de
los toros procede a “huayllachir” al
pastor y su familia con vestidos, mantas, frazadas, sombreros, blusas, baldes,
alimentos de pan llevar, frutas, etc. Al atardecer, los pastores recogen en mantas las “huallas” de los toros y las suyas propias para llevarlas a la estancia.
Siempre danzando, la esposa del patrón los despide arrojando al aire galletas,
caramelos y frutas. Todos los concurrentes la siguen dirigiéndose al camino que
conduce a la estancia. Perfectamente preparado, un arriero a caballo espera, y
es él quien se encarga de conducir al ganado a sus lugares de pastoreo. A
cambio, los concurrentes le obsequian fiambres, aguardiente, cigarrillos, coca
y frutas.
Lentamente, el arriero, los pastores y los toros se van alejando, y,
mientras las sombras de la noche caen sobre ellos, la “huaqra” deja oír su melodía triste y melancólica, que parece salida
de las entrañas de la tierra.
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