José Soriano
Marín
Max Hernández Camarero es psicoanalista y fundador de la
Sociedad Peruana de Psicoanálisis. Ha sido secretario técnico del Acuerdo
Nacional y fue distinguido con el Premio Simón Bolívar de la Asociación
Psiquiátrica Americana. Además, recibió la Orden El Sol del Perú en el grado de
Gran Oficial. Es autor del libro “En los márgenes de nuestra memoria histórica”
(Lima, 2012), una aproximación ensayística sobre la historia del país. La
semana pasada recibió la distinción Doctor Honoris Causa por la Universidad
Continental de nuestra ciudad.
¿Cómo es posible
entender el presente analizando nuestro pasado histórico?
Los hechos históricos son hechos psicológicos. Para
entender los problemas de hoy, debemos recurrir al pasado. Las viejas herencias
han determinado los comportamientos actuales que producen conflictos con mucha
violencia. La historia, a través del conocimiento y comprensión, y el psicoanálisis a través del
procesamiento. Estas son herramientas fascinantes. Todos, en esta vida, hemos
tenido momentos difíciles, traumáticos, que han dejado huellas y, sin embargo,
pudimos recuperarnos, mostrando resiliencia (capacidad de recuperar el estado
previo a la deformación traumática) y eso ha sucedido en el país. La historia
de nuestra patria nos da la clave de nuestra identidad y nos señala tareas por
cumplir, y otras que aún no anticipamos.
En su libro,
menciona algunos hitos históricos que marcaron al Perú.
Empezamos en la cultura cultura Chavín, momento en el que
surge la sociedad enmarcada en pirámides sociales: imposición de un orden con
bases jerárquicas y autoritarias. Luego, el Imperio Inca, basado en el control
territorial gracias a la imposición y la violencia. La conquista que pone a los
indígenas americanos como “los grandes perdedores del encuentro con occidente”.
También están la Independencia, en contraparte de aquella herida infligida por
la Guerra del Pacífico, gestas como las de Grau y Bolognesi marcaron la
identidad nacional. Y el nacimiento de personajes en el siglo XX como Belaunde,
Haya de la Torre y Mariátegui.
Más allá del
legado cultural e innovación tecnológica, ¿qué bueno nos trajo la Conquista?
Es difícil plantear una suerte de contabilidad de estos
hechos. La posibilidad de integrar el planeta era positiva, hiciera quien la
hiciera, porque más allá de la identidad nacional está la del ser humano. No
dudo de la servidumbre brutal y los gérmenes feroces de racismo durante la
Conquista, pero debemos reconocer que la escritura implica una transformación
mental muy importante. Creo que debemos evitar ese tipo de planteamientos.
También hace
alusión al racismo y al amor, ¿qué relación tienen?
El racismo socava las bases del amor. Recordemos que la
unificación del amor, sexo y matrimonio ha sido una construcción tardía. Los
matrimonios se hacían por interés y el sexo por urgencias, ni siquiera por
pasiones. Es posible hablar entonces de estos dos elementos sin amor. Por otro
lado, debido al alto grado del mestizaje en el Perú, se crea una
“pigmentocracia” gradual. Cuanto más me parezco a ti, más voy a enfatizar
aquello que me distingue. No hallamos una relación amorosa con el prójimo.
¿Qué sucede hoy
entonces con situaciones violentas y conflictivas?
La democracia está inscrita en nuestras necesidades como
especie, es el intento de mirarnos todos cara a cara. Pero hay una falsa mirada
de la democracia, una errónea visión de las autoridades que no tienen idea de
nuestra historia y esta se repite con algunas variantes. Los académicos o
intelectuales nos estamos para decirles qué hacer.
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