lunes, 29 de octubre de 2012

De brujas, de vivos y de muertos


Jhony carhuallanqui


De acuerdo a la tradición cristiana, la denominación originaria del llamado “Día de los Muertos” es en realidad “Día de la Conmemoración de los Fieles Difuntos”. Esta festividad fue iniciada por San Odilón (hacia el año 998) y oficializada luego en toda la Iglesia Católica. El compromiso en esta fecha —celebrada el 2 de noviembre— es el de rezar por el alma del fallecido para que su estancia en el “purgatorio” sea breve y menos tormentosa, pues pasada esta etapa, podrá ascender al reino de los cielos para disfrutar de la gloria de Dios.
Según se entiende, cuando una persona muere, ya no puede hacer nada para ganarse el paraíso, pero los que quedaron vivos, pueden interceder por su perdón y salvación, asegurando que alcance así la paz divina. Estas oraciones piadosas que acompañan su espíritu se llaman “sufragios”, y pueden aliviar el tormento del alma.
En realidad, este acto misericordioso, según la tradición católica,  es cíclico, pues oramos para que los desdichados  lleguen al cielo y luego, ellos intercederán por nosotros para las bendiciones del Altísimo.
Se cuenta que el origen de este benévolo gesto se remonta al episodio bíblico del Diluvio Universal. Este castigo abandonó muchas almas en el camino y los descendientes de Noé rezaban por ellos, pues según sabemos, todo pecado lleva una culpa y una pena, siendo la confesión la forma de aliviar la primera y los rezos de otros —tras la muerte—, sirven para mitigar la segunda.  
Así llegamos hasta el Día de los Muertos, pero esta festividad hoy dista mucho de su origen, y ha adquirido prácticas culturales curiosas como la “calaca” (calavera) en México, o en China donde queman réplicas de objetos en papel para así “enviarlas” al otro mundo. Se incluyen desde iPhones 4S hasta fotografías de famosas modelos, todo con el fin que el extinto no la pase tan mal.
En nuestro país se va extinguiendo la costumbre de preparar los “Tantawawas” para la ofrenda, lo mismo que renovar las cruces de madera en cada tumba y el preparar la corona de flores para llevarla al cementerio. Aún subsiste la práctica de preparar en casa “la mesa del difunto”, aunque ya no con la misma dedicación.
Sin embargo, anterior a éste, se celebra el “Día de Todos los Santos”, o  convenientemente llamado el “Día de los Vivos”. Fue instituido para recordar a mártires cristianos (víctimas de la persecución del emperador Diocleciano), mas el celebrar una jornada para cada santo (víctima) habría sido imposible por la cantidad, por eso, a iniciativa del Papa Gregorio III (aproximadamente el año 731), se oficializó su celebración el 1 de noviembre.
 Estas dos fechas, tienen como antesala el 31 de octubre, la “Noche de Brujas”. En realidad, esta festividad se origina en la tradición celta del “Samhai”, según la cual en esta noche los espíritus nos visitan, pues las puertas del inframundo se abren, por eso solían avivar hogueras para ahuyentarlos o se disfrazaban de fantasmas para hacerles creer que también eran espíritus. Con la conversión al cristianismo se denominó “All Hallow Even” (Víspera de todo lo sagrado)  que devino en Halloween.
En realidad, distinguir lo sagrado de lo pagano es confuso, pero estos tres días  conservan un significado espiritual en la vida de las personas, que con diferentes matices buscan vincularse el concepto simbólico de “La vida y la muerte”. Mas, como dicen por ahí: «Hay que cuidarse más de los vivos que de los muertos, porque el muerto, muerto está, y no ha dado indicios de querer volver a fastidiar, al menos, no frecuentemente».

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