Amador Coca Ames
Chongos Bajo – Foto: Josué Sánchez |
El crecimiento de edificaciones en las
últimas décadas, como consecuencia de la necesidad básica de vivienda, no se
detendrá por ser una emoción humana que cobra una realidad inevitable. En este
afán de cómo es o debe ser la vivienda, dada nuestra variedad de necesidades y
ambiente, nos lleva a elegir el adobe como material primogénito, y como una propuesta
alterna de solución básica en las políticas de vivienda.
El 35% de la población a nivel
nacional lo conserva con pasión como material constructivo, tecnología que
tiene hondo arraigo en nuestro valle y que data desde la cultura Inca, donde la
técnica más importante en mampostería era la del adobe, la tapia —o adobón—, y
la quincha; además de ser el patrimonio dejado por nuestros ancestros como
tradición cultural, la misma que no debemos negar a nuestros descendientes.
Este material, tratado en nuestro
medio artesanalmente, es altamente térmico, acústico y muy compatible a la
naturaleza del hogar. Tiene esencia rústica, es decir de textura natural, que
envuelve los ambientes con calidez y elegancia, es decir que moldea la forma
interna y externa de la construcción con mucho equilibrio y vitalidad.
Construcciones con mucho oficio
técnico y estético son la Iglesia Matriz y Copón en Chongos Bajo, CEPROM en el
anexo de Paccha, la vivienda del artista Josué Sánchez Cerrón y muchas otras
virtuosas, nobles, con señorío y comportamiento portentoso a pesar del tiempo,
cualidades innatas que hacen que no consideremos el uso del adobe como atraso ni
inferioridad, como absurdamente se diría.
Así, por naturaleza exhiben sus
colores y formas: Mito y Orcotuna, entre otros, que proponen y estimulan la
tradición genuina dotada de exquisitez plástica, profunda en esencia serrana,
imponiendo su arquitectura típica de piedras tratadas, balcones y tejados,
entregándonos arte y tradición, que contrasta con la frivolidad de la ciudad
carente de identidad, saturada de moles sin espíritu, sin alma, pues no rescata
o no sabe rescatar su legado.
En cuanto a la construcción, requerimos
conocer pautas para su tratamiento conceptual a través de simbologías simples,
a manera de reglas como características, y condiciones de suelo para su base o
cimentación, calidad del barro como mortero y tamizado (limo, arcilla y paja, como
ingredientes), condiciones de asentado, espesor mínimo de muros en relación a
su altura no mayor de 2 niveles, esquemas de distribución del espacio, en este
caso racionados, interrelación de muros en los encuentros, cruces, posibles,
refuerzos horizontales y verticales.
El adobe como material pesado es
también frágil, vulnerable al silencio sísmico, por tanto se debe advertir y
dotar cargas de gravedad que sean estables, racionar a menor masa para así
ubicarse a menor inercia sísmica. Felizmente, nuestro valle no sufre de
terremotos con regularidad. Este tema no es asunto de controversia constructiva,
más bien se trata de uno de identidad.
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