martes, 20 de noviembre de 2012

La invención de Martin Scorsese


Roberto Loayza Cárdenas



Bodrios como “Crepúsculo” han provocado que muchos “conocedores” defenestren todo lo que provenga de Hollywood, cosa por demás injusta si tenemos en cuenta a grandes artesanos como Martin Scorsese que hoy cumple 70 años.
Junto a Woody Allen, el director neoyorquino más querido en la historia del cine moderno, “Marty” fue criado con fuertes convicciones religiosas, incluso se dice que abdicó de ser un cura al ver algunas cintas de George Stevens, Wyler y Hitchcock. Solía pasar en la iglesia y el cine sus alegres días infantiles en Little Italy, y son justamente estas dos influencias, la eclesial y la italoamericana, las que formarían parte de lo mejor de su obra.
Fue a fines de los 60 cuando empezó a trabajar en sus primeras producciones, e hizo amistad con dos de sus incondicionales: Harvey Keitel y Robert De Niro, a quienes transformó en Charlie y Johnny Boy, respectivamente, en su genial retrato barrial “Calles peligrosas”.
Eran buenos tiempos para el cine, muchos de los más grandes directores de las últimas décadas labraban su prestigio en ese entonces, De Palma, Coppola, Allen, Spielberg y muchos otros.
Como Travis Bickle, Jake La Motta y Rupert Pumpkin, De Niro se convirtió en su primer actor fetiche y juntos entregaron obras maestras indiscutibles como “Taxi Driver”, o “El toro salvaje”, considerada por muchos como la mejor cinta de los años 80. Increíblemente, la Academia preferiría a la sentimentalona “Gente ordinaria” de Robert Redford para su premio dorado. Tremenda injusticia que se repetiría diez años después.
A fines de la década, Scorsese remecería los cimientos del catolicismo con la puesta en escena del libro de Nikos Kazantzakis, “La última tentación de Cristo”, provocando las iras destempladas de una iglesia católica cada vez más reseca.
En 1990, el tándem Scorsese - De Niro presentaría su obra más pulida y memorable, “Buenos Muchachos”, tres décadas de historia de la mafia en la ascensión y caída de Henry Hill (Ray Liotta). La película es, sin duda, una de las mejores que se hayan hecho en la historia. Imposible olvidar a Tommy DeVito en la chirriante y premiada caracterización de Joe Pesci, actor que solo Scorsese pudo aprovechar al máximo.
La Academia, sin embargo, prefirió al demagógico debut de Kevin Costner tras las cámaras, “Danza Con Lobos”, el error más grande de los señores de Wilshire Boulevard, cuartel general de los “Oscar”.
Su unión con De Niro dio para dos cintas más, el remake “Cabo de miedo” y “Casino”. Ya en el nuevo milenio nos encontramos con otro feliz descubrimiento del director: Leonardo Di Caprio, el joven actor de California, que había demostrado potencial en “¿A quien ama Gilbert Grape”  y había roto millones de corazones en “Titanic”, es considerado como uno de los mejores actores de la actualidad gracias a Scorsese. “Pandillas de Nueva York”, “El Aviador”, “Infiltrados” —el único Oscar a mejor película de Marty— y “La isla siniestra” dan fe de ello.
La adorable y genial “Hugo” es lo último que se vio en la pantalla de este genio, y esperamos con ansias “The Wolf Of Wall Street”, otra vez con Di Caprio que se estrenará el próximo año.
Es también de resaltar el enciclopédico conocimiento musical del director al momento de armar sus soundtracks, y dirigiendo magníficos documentales de The Band, Ella Fitzgerald, Bob Dylan, The Rolling Stones y George Harrison.
Durante 444 ediciones el suplemento “Solo 4” se ha preocupado por brindar críticas certeras en medio de una realidad en la que ver cine de calidad en nuestra ciudad, de alguna manera, se ha convertido en casi una epopeya homérica. Virtud del columnista y gran amigo, Jorge Jaime, quien con “Un mundo perfecto” encuentra en nuestra alicaída cartelera motivos suficientes para seguir amando el séptimo arte.

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