martes, 20 de noviembre de 2012
También tengo artículos fotocopiados
Jhony Carhuallanqui
La primera vez que leí “Solo 4” me encontraba en Tarma, desarrollando un módulo de Realidad Nacional para un grupo de docentes. Analizábamos el impacto social de la elección del demócrata Barack Obama en EE.UU. y el rol de la fiscalía tras la entrega de Rómulo León (Caso Petroaudios). En el plano cultural comentábamos la denuncia por plagio a Woody Allen por “Vicky, Cristina y Barcelona”, mientras lamentábamos también la muerte de Yma Sumac y Zenobio Dagha.
De pronto me percaté que uno de los docentes —con el afán de niño con juguete nuevo—, revolvía prolijamente una serie de fotocopias. Incómodo, le increpé sobre su indisciplina en el salón. Decomisé el folder en actitud de reproche y al inspeccionarlo, encontré una colección de artículos periodísticos ordenados temáticamente. Eran del Suplemento Cultural “Solo 4”.
Muchas de las publicaciones eran de Sandro Bossio, de su columna “El buen salvaje”, que tiempo después terminaron en el célebre “Sabatorio”. Retiré del aula al docente y en el pasillo le pedí también que fotocopiara un juego entero de los artículos para mí.
Recuerdo que la columna que llamó más mi atención fue la de Frankeinstein, “Moderna Prometea”, donde se enfatizaba que ese no era el nombre del monstruo, sino, de su creador. “Wojtyla poeta”, “Para comerte mejor” y “La difusa fundación de Huancayo”, fueron temas que nutrieron la tarde, dejando de lado una práctica temática previamente organizada.
Al día siguiente —15 de noviembre de 2008—, lo primero que hice fue ir buscar el suplemento. Su portada titulaba “El Silencio de un Maestro”, que se refería a Zenobio Dagha. Entre líneas, se cuestionaba la desidia que este gran maestro tuvo que soportar en vida. Aún guardo ese ejemplar, pues ahí empezó mi colección que lleva ya un segundo archivador. Aún no me perdono el haberle sido esquivo por tanto tiempo a tan insigne publicación.
Son nueve años que este medio ha sido el verdugo de la ignorancia en la región, contrarrestando la indiferencia, la inoperancia y el conformismo que carcome nuestra cultura. Su diversidad temática ha hecho posible una tribuna donde se articula y proyecta la cultura en todas sus dimensiones, y por ello estoy convencido que existen muchas personas que fotocopian sus páginas.
El trabajo iniciado por Fernando Rojas, seguido de Edvan Ríos, por Jaime Bravo, continuado después por Juan Carlos Suárez y ahora por Luis Puente de la Vega, debe continuar, pues “Solo 4” es ya una necesidad vital. Si tan solo una persona recorta, resalta, subraya, colecciona o explica uno de sus artículos, ya existe el motivo para seguir adelante.
Muchos nos hemos deleitado del estilo virtuoso de Josué Sánchez en su columna “Desde el Atelier”, y gracias a los peritajes psico–sociales de Jorge Jaime en “Un Mundo Perfecto”, entendemos mejor la dinámica cinematográfica. Qué mejor que “Deslecturas” de Juan Carlos Suárez para desarticular un libro y analizarlo por ejes temáticos que nos darán otra visión de la obra en conjunto.
Leer a Diana Casas, Enrique Ortíz Palacios, María Teresa Zúñiga, Carlos Villanes, José Oregón, Isabel Córdova Rosas, Manuel Perales, Pio Altamirano y otros talentosos colaboradores, además del microcuento semanal y “Perfume de mujer”, es un goce intelectual que esperamos no se desvanezca.
Un buen artículo es aquel que te dice algo que deberías saber, y el “mejor artículo” es aquel que te impulsa a saber más del tema, sin ninguna obligación más que la prodigiosa curiosidad. Creo que el valor de “Solo 4”, radica en ambos.
Lo único que podemos decirle, después de 444 ediciones, es gracias.
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