La alegría de ser padre
Josué Sánchez
Urunchikunahuan – Josué Sánchez |
Muchas gracias amigos. Sus comentarios
han sido como rayos de sol para mí.
Como el sol de la mañana llegaron
también mis hijos. Nunca le he dicho a Betzabé con cuánta ilusión esperé su
nacimiento. Cuando la vi tan pequeñita y frágil me llené de ternura. Ligada al
campo, como yo, escogió ser ingeniero zootecnista y hoy transmite su amor a la
naturaleza a sus dos niños. Cuando llegó Guillermo pensé en las largas
caminatas que daríamos juntos por los pueblos de nuestra sierra. Quizás por eso
le gustó el ciclismo de montaña. Es un destacado deportista, y tal vez también
lo será Avril, su hijita de meses.
Consentida por todos, María Friné jugó
desde pequeña con todas mis pinturas. Llenó de colores las paredes de la casa y
cuando creció, estudió restauración de pintura mural. Hoy empieza a abrirse
paso en el difícil mundo del arte.
Pensando en ellos pinté
“Urunchikunahuan. Así son nuestros niños”, un cuadro en el que ellos juegan
felices rodeados de chacras de mil colores, dueños del mundo y de su destino.
Así era el mundo andino cuando ellos
nacieron. Todas las casas estaban abiertas a los niños, todos los protegíamos.
La familia y la comunidad eran el centro de nuestras vidas. Los niños crecían
seguros y libres. Después, el mundo se fue haciendo cada vez más "ancho y
ajeno", como diría el gran escritor peruano Ciro Alegría. La televisión
trajo otras costumbres, otros valores. La aldea se hizo global, pero el
desarrollo de las telecomunicaciones que lo hizo posible y que puede servir
para acercarnos, como en esta ocasión, despersonalizó las relaciones.
Aun así, Alvarito se anunció a la
manera mágica andina, en un cocaquinto y en una reunión fraterna. Era un día
especial. Estábamos reunidos junto al río haciendo un 'pago' a la Pachamama, la
madre tierra, para agradecerle por el nuevo libro de un amigo de toda la vida.
Fue cuando, entre las hojas de coca de la ofrenda, yo encontré una hoja
pequeñísima, completamente entera, y al mostrarla a la señora que dirigía el
'pago', ésta anunció alborozada que un bebé venía en camino.
Aún recuerdo el comentario de Juan
José, un distinguido antropólogo, cuando saqué del bolsillo la ecografía que
una hora antes le habían hecho a Diana. Habíamos guardado la sorpresa para
después, demasiado emocionados al saber que esperábamos un hijo, luego de tres
años de casados. «Caramba —dijo Juan José—, yo sabía de esto, pero es la
primera vez que lo veo».
Tenía 52 años cuando nació Alvarito.
Con mis otros hijos ya jóvenes, tener un niño a esa edad fue maravilloso. La
casa se llenó de algarabía.
Alvarito es un niño de esta época.
Aprendió a manejar la computadora antes que Diana, e igual pasó con el celular.
Toca flauta y aprende a tocar violín. Quizás sea músico y haga realidad mi
sueño, pues compone melodías cortas. Pero su ambición es ser arqueólogo. Le
fascina Egipto y las culturas Chavín y Chachapoyas. Hace casi tres años tuvo la
ocurrencia de pedirle un programa al director de la radio en la que Diana
trabajaba como voluntaria. Desde entonces, con guiones de su madre, es la voz
de "Llaves para tu imaginación", un microprograma radial sobre
cultura andina y valores. Como dice una de mis estudiantes de arte, Alvarito es
"un niño con experiencia". La necesita en esta época que le ha tocado
vivir. (Del blog “Todavía no pinto canas” en BBCMundo.com)
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