lunes, 24 de diciembre de 2012

¿De quién y para quién es la navidad?


Jhony Carhuallanqui

Soldados alemanes celebran la Navidad en Afganistán.
La Navidad hace alusión al nacimiento de Jesucristo en el pesebre de Belén, razón por la cual es una costumbre ligada al Cristianismo, y cuya práctica (y prédica) no son consentidos ni difundidos entusiastamente por Judíos, Musulmanes o Budistas, pues este hecho está ausente o es contradictorio a sus creencias.
Algunos países musulmanes como Irán, Malasia o Arabia Saudí han sido claros en su legislación “antinavideña”, porque la consideran una “innovación herética” —producto de la depravada globalización—, que al ser fomentada de alguna forma, conlleva a sanciones que pueden ir desde los latigazos hasta la decapitación. Arabia Saudí, por citar solo un ejemplo, prohibió incluso los saludos telefónicos en esta fiesta (incluyendo a residentes extranjeros).
Los judíos tampoco festejan la Natividad, pues consideran que Jesús no es el mesías, así que no hay motivo que conmemorar. Sin embargo, tienen una festividad llamada el Hanuka (Januca) que se inicia el 21 de diciembre, dura ocho días, y algunos llaman equivocadamente la “Navidad Judía”, cuando en realidad, está referida a la reconsagración del Templo de Jerusalén (del cual hoy solo existe El Muro de los Lamentos).
En un hecho anecdótico, Afganistán (país musulmán) este año permitirá su celebración “confinada” a los cristianos en su territorio. Otra extrañeza es Israel (estado Judío) donde desde hace algún tiempo, se compran árboles navideños y se intercambian regalos, lo que demuestra que esta fiesta ya no es un distintivo religioso “aislado”, sino un elemento cultural (y acaso comercial) que se va generalizando.
Néstor García Canclini refiere que, en estos tiempos, las “reclusiones culturales” son utópicas y las “apropiaciones culturales” son un hecho inevitable hacia la “hibridación cultural”.
Un caso especial es China (principalmente Budista) donde el “Espíritu Navideño” se vive intensamente, pero no por religión, menos tradición, sino por comercio. No importa que no compartan las costumbres cristianas, pues, siempre que haya compradores, esta nación adoptará cualquier creencia y la nutrirá de mercancías con el rótulo “Made in China”, que indudablemente notaremos en cuanto escaparate contemplemos.
Es cierto que esta fiesta se banalizó y que hay dudas sobre la fecha del nacimiento de Cristo, o sobre el significado del árbol de navidad; es cierto también que Papa Noel fue empleado publicitario de Coca Cola y que los renos cambian de orden, nombre y cantidad en cada región del mundo; además, frases como “un abrazo es suficiente en estas fechas” se van desvaneciendo. Eduardo Galeano dice que últimamente “lo que no tiene precio, no vale”, pero creo que la ilusión de los niños no comprenderá esto, pues esta fecha (religiosa, cultural o comercial) es de ellos.
Esta festividad necesita de renos voladores, duendes fabricantes de regalos y medias (botas) en la chimenea, pues su “magia” invita a soñar a los infantes. Bill McKibben afirmaba que “no existe la Navidad ideal, solo la Navidad que uno decida crear como reflejo de sus valores, deseos y tradiciones”.
Si ella no existiera, estoy seguro que inventaríamos una fecha —como pretexto— para sentirnos bien. Un día para decir te extraño, te quiero o lo siento, donde un abrazo diluya torpes rencores y renueve nuestra fe: no en Santa Claus sino en el hombre, un ser que jamás dejará de tener una parte espiritual.
Si algunos creen que es necio ir por la calle tarareando el villancico “Noche de paz” de Joseph Mohr, diremos que es un necio feliz, pues la felicidad no tiene lógica. Démosle vacaciones al Grinch que la adultez (o sus traumas) nos dejó. ¡Feliz Navidad! 

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