martes, 8 de enero de 2013

COLUMNA: EL BUEN SALVAJE


La Plaza de la Pepa

Sandro Bossio Suárez

Pocos nos acordamos de los 200 años que acaba de cumplir la Plaza de la Constitución. Su notoriedad se consolidó el 1 de enero de 1813, al juramentarse en ella la primera Constitución de las Cortes Generales de España, por aquel entonces con sede en Cádiz, conocida como la Constitución Doceañista de Cádiz. Se trataba de una constitución liberal, que emprendía el respeto cívico y político del ser humano, promovida a instancias de José Bonaparte, quien había derrocado en España a los monarcas ibéricos.
Sus preceptos debían tutelar todas las instituciones públicas del Estado español, estableciendo los primeros principios de respeto a los derechos humanos, como el sufragio universal masculino, la libertad de imprenta, la monarquía constitucional y la separación de poderes, además de drásticos cambios relacionados con los territorios españoles de otros continentes.
La jura se hizo en varios puntos del país. En Huancayo, la ceremonia fue organizada por el cura José Ignacio Moreno en la Plaza del Comercio. Según cuentan las tradiciones, el pueblo se reunió frente a la iglesia en construcción; se celebró una misa de Acción de Gracias; se leyeron los pronunciamientos (el del cura Moreno fue el más vibrante); y luego se procedió a la juramentación.
Este fue el acontecimiento magno por el que la antigua Plaza del Comercio cambió su nombre a Plaza de la Constitución de Cádiz de 1812. Ese 1 de enero de 1913 se colocó una piedra (hasta hoy visible), que dice a la letra: “Plaza Constitución, 1 de enero de 1913”, en la entonces propiedad del señor Ignacio Sotelo. Según Óscar Chávez, «es el único signo recordatorio en todo el país de dicha Carta Fundamental».
En cuanto el rey Fernando VII restauró el absolutismo, derogando la Constitución de Cádiz, el 4 de mayo de 1814, se inició una persecución tiránica a todo aquel que la patrocinara, llegando hasta el colmo de prohibir sus vítores. El virrey del Perú, obediente de ese dictamen, comenzó a hacer lo mismo. Así que el pueblo, sagaz y agudo, empezó a utilizar, tal como lo hacían en España, el grito: «¡Viva la Pepa!», para no ser perseguido. Tal ingeniosa frase se debía a que el 19 de marzo, día de la promulgación de la Constitución Doceañista, se celebraba la festividad de San José, es decir de Pepe, y en consecuencia se le llamó Pepa a la referida Constitución de Cádiz.
Por ello, cuentan las tradiciones huancaínas que, hasta finales del siglo XIX, la Plaza de la Constitución también era conocida coloquialmente como la “Plaza de la Pepa”, nombre que se perdió con el tiempo, tal como ocurrió con el apelativo de “Cuto Torre” con que se le conoció, hasta los años 30 del siglo pasado, a la Catedral por tener una torre inconclusa.
Existen otras plazas de la Constitución en diversas partes del mundo: San Sebastián en el País Vasco, también conocida como Donostia; Santiago de Chile, donde se encuentra el Palacio de La Moneda, sede del gobierno; Fuenlabrada de Madrid; Centro histórico de México; la emblemática ciudad de Vigo, donde esta plaza, como en Huancayo, hace las veces de Plaza Mayor; Guatemala; Cádiz; Córdoba; Oviedo; Valdemoro y otras más.

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