jueves, 17 de enero de 2013

Deconstrucción e interpretación textual


Jhonatan Pomasunco Lozano


Jacques Derrida 

La huella es presencia de vida, y esto, Jacques Derrida al fallecer, lo demostró. Derrida había creado una huella inconmensurable a lo largo de las tres décadas anteriores a su muerte y luego, con ésta última, surgía también la apertura a una serie de debates en torno a su pensamiento, un pensamiento innovador muchas veces menospreciado pero sin éxito, porque cuando se ataca el pensamiento de Derrida, se ataca también los fenómenos marginales reprimidos por un discurso hegemónico, por una filosofía única y gobernante, en todo caso, siempre se deconstruye.
El pensamiento de Derrida tiene su origen en la duda y la inconformidad. Derrida “juega libremente” con aquellas únicas estructuras a las que se enfrenta cada texto en su concepción y nacimiento. El concepto hegemónico del estructuralismo con respecto a la interpretación textual, el cual conjetura que todos los textos poseen modelos determinados y genéricos que proporcionan una apertura a la propia interpretación, es negado por los post estructuralistas que afirman que cada texto genera un modelo único de comprensión desde su interior, desde sus únicas y singulares estructuras, negación que logra la conjunción teórica con lo que en resumidas cuentas es el pensamiento de Derrida en torno al texto: «No existen los textos, solo existen las interpretaciones».
Cuando en “Carta a un amigo japonés”, Derrida habla sobre intentar al menos una determinación negativa de las significaciones o connotaciones que deberían evitarse en torno a la palabra “desconstrucción” y se pregunta: «¿Qué no es la desconstrucción? y ¿qué debería no ser?», expresa el método que debería seguir la nueva interpretación textual: la negación. Sin embargo, esta negación a su vez se desglosa en conceptos “derridianos” claves como el sin sentido, lo innombrable, el desecho, el margen, la heterogeneidad, lo otro y todo aquello que no puede entrar en diálogo.
Pero, ¿qué significa la negación como método de interpretación textual? La negación “obliga” la presencia de ciertos conceptos suplementarios que coadyuvan a la formación de ésta línea metodológica de interpretación textual, y estos conceptos suplementarios pueden asemejarse a lo que llama Derrida en “La voz y el fenómeno” (1967) con el nombre de la “différance”, pues para Derrida lo suplementario es la différance, una différance distinta a al diferir como dilación y el diferir como trabajo activo de la diferencia. Así mismo sucede con los textos. El texto es una acción póstuma a la propia existencia, es un intento por redescubrir lo que ya está escrito. Cuando nace un texto lo hace con un afán totalizador, un afán por lograr el retorno a la diferenciación genuina de la existencia, y lo suplementario que pueda acaecer a raíz de esta expresión, es el fin inmediato de la nueva interpretación textual.
Ahora bien, si el objetivo de la interpretación textual es el “des – cubrimiento” de la diferencia ¿cómo actúa la negación en esta labor? La negación, en oposición a la diferencia, no es un concepto originario sino más bien se deriva; la negación es el verbo y la diferencia, lo que verbaliza; la negación es el único camino para lograr una aproximación a lo indecible. No existe significación sino, más bien, se interpreta lo que ya significa y que la escritura no es otra cosa que ese afán perdurable por interpretar el mundo, y aquí la negación sirve de intérprete.
Un texto nace, primero, de lo que no quiere decir, de lo que suprime y de lo que niega. A partir de la “negación” como método de interpretación textual se obtiene que cada texto genera un modelo único de comprensión desde su interior. La “negación” implica el afán de descubrir todo lo escondido en cada texto.
Todo texto expresa, como conclusión, en su carácter suplementario, la condición de posibilidad del sentido totalizador, crea mundos textuales casi infinitos en base a esto. Sólo con la negación como mediador e intérprete se podrá crear la imagen totalizadora de un determinado  tiempo y espacio donde el texto solo describe, y es nuestro deber hacer una lectura correcta de aquella descripción del mundo, de nuestro mundo. La interpretación textual debe preocuparse, entonces, de los elementos marginales y opuestos, y otros, muchas veces alternos, que también ayudan a lograr la significación de un texto. Todo esto con el fin de desembarazarnos de dogmatismos.

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