Como agua para chocolate
Laura
Esquivel
Tita, de rodillas, inclinada sobre el metate,
se movía rítmica y cadenciosamente mientras molía las almendras y el ajonjolí.
Bajo su blusa sus senos se meneaban
libremente pues ella nunca uso sostén alguno. De sus cuello escurrían gotas de
sudor que rodaban hacia abajo siguiendo
el surco de piel entre sus pechos redondos y duros (…) Permanecieron en éxtasis
amoroso hasta que Pedro bajó la vista y la clavó en los senos de Tita. Ésta
dejó de moler, se enderezó y orgullosamente irguió su pecho, para que Pedro lo
observara plenamente.
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