Bacon en Lima
Roberto Loayza
Cárdenas
Estudio para un retrato de William Blake” (1955) por Francis Bacon. |
Debido a ciertas inclemencias de la naturaleza
y a un poco de mala suerte, el viaje a Lima para encontrarme con el genio
irlandés tomó unas 14 horas. Exhausto pero emocionado, y con la compañía de una
grácil y sutil guía, empezó el recorrido en búsqueda de mis propios demonios
impresos en los aterradoramente hermosos cuadros de Francis Bacon.
Fue el pintor y gran amigo de juergas
y conversas, Daniel Pickens, quien me “presentó” a este inconmensurable artista
dublinés que me atrapó con su obra en un sueño sin fin, desplazando a Van Gogh
de mis favoritos pictóricos de todos los tiempos. La búsqueda febril de sus cuadros
tuvo paradas tan emocionantes, como perturbadoras, en sus estudios sobre el
triste rostro del también extraordinario poeta y pintor William Blake, sus
escenarios de pesadilla rodeados de carne y demás menudencias intestinales, especialmente,
su obra sobre el Papa Inocencio X, original del español Diego Velázquez, donde
el rostro del pontífice se transmuta en un grito desesperado y eterno, una
imagen desoladora encerrada en un cubo perfecto, en un cristal irrompible, cuadros
que siempre han tenido en mí un efecto devastador, para bien o para mal.
Esas ansias en pos de la esencia
personal a partir de la deformación, del antídoto contra la angustia,
sumergiéndonos paradójicamente en lo más profundo de ella, a través del arte,
de la violencia “natural” del ser humano, de la tristeza, del cuerpo, del ser.
Fue tanta la emoción de ver la obra de
Francis Bacon, que no importó demasiado que fueran litografías, copias a escala
directamente del original, o que “únicamente” esté en la muestra el “Estudio
para un retrato de William Blake” de 1955, y sus “Estudios para un
autorretrato” de mediados de los 70.
El impacto de observarlas tan de cerca
provocó que Picasso, Dalí, Warhol y todos los demás grandes, que esa tarde se
encontraban para el disfrute de los asistentes, pasaran a un segundo plano, sin
duda, Bacon es la estrella de la muestra.
Las gracias infinitas al pintor y músico
limeño José Tola por mostrarnos parte de su vasta colección personal, en la
Galería de Arte Pancho Fierro, exposición que por desgracia termina mañana. Las
casi 12 horas del viaje de vuelta, otra vez debido a la suerte un poco adversa,
las hice con una gran sonrisa, una retorcida, gutural, propia de uno de sus
cuadros.
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