martes, 26 de marzo de 2013

PLAN LECTOR: HOMENAJE SEMANA INTERNACIONAL DEL ARTESANO


El tejedor César y la araña Arcadia

Luis Gamarra Yurivilca

Acuarela “Artesano” – Autor: Hernán Chilo Huanca.
Cuando dejó de existir el anciano tejedor, su hijo, César, heredó su telar, así la tradición ancestral continuó.
Aunque muy joven, con poca experiencia, el inquieto muchacho inició el trabajo artesanal con gran voluntad. Sin embargo, a pesar de su ahínco y habilidad, su tejido dejaba mucho que desear. La lanzadera se deslizaba dudosa entre los hilos que se enredaban; trama, urdimbre y mechas de lana sostenían una abigarrada pelea, y del telar solo salían marañas de fibra y seda.
En cierta ocasión, mientras se ingeniaba entrelazando en orden una composición maravillosa, el noble César oyó una carcajada satírica y observó alrededor suyo con asombro:
—Discúlpame —dijo una vocecita maligna—, pero tus grotescos líos me divierten de verdad.
Una araña, suspendida de un hilo de plata en la parte superior del atacador del telar, oscilaba sobre la cabeza del joven.
—Tienes que admitir, muchacho, que en cuanto a habilidad textil tengo más creatividad que tú ¿eh? —le dijo con disimulo.
César se encogió de hombros.
—No niego tu destreza. Aunque, si Tayta San Pedro me ayuda, también yo lograré hacerme famoso en el arte de mis ancestros.
—Sudas, te acongojas, pobre muchacho. Además de causarme risa, me inspiras lástima. Yo tejo sin el más mínimo esfuerzo y, debes aceptarlo, lo hago de una manera excelente. Es claro que San Pedro te protege —decía el insecto—, ama a todos sus devotos, pero los que han recibido el don maravilloso del talento, los hombres, deben hacerse dignos de cualquier progreso con la ofrenda.
La araña fue a refugiarse, riendo, entre el tejido de su tapiz.
César reanudó su trabajo con paciencia y fe renovada. Poco a poco, hoy un paso, mañana otro, recordando las sabias enseñanzas de su padre y confiado en la propia inspiración, logró confeccionar un tapiz con la imagen del Patrón San Pedro: las tramas multicolores resultaron de fino acabado, que luego se le entregó al mayordomo en la fiesta tradicional.
No contento con su primer resultado, buscó perfeccionarse. Creó diseños atractivos. Tejiendo, perseguía sueños de belleza y poesía. Con mechas de lana de oveja, teñida con insectos y plantas silvestres, compuso tapices que parecían santos auténticos, jardines reales, cielos adornados de estrellas, deslumbrantes paisajes serranos.
Los turistas compradores venían de distintos países para adquirir los magníficos tejidos de César, sin par en el mundo. Pagaban fuertes sumas, sin dudar, hasta que una vez, un visitante, mientras contemplaba uno de los tapices que centellaba como la laguna de Parpacocha bajo la luz de la luna, lanzó un grito.
Sobre el cautivador tejido había caído una telaraña cargada de polvo, y su dueña, pataleando en medio de aquel prodigio de belleza, decía: «Es verdad, hombre, tú eres el privilegiado de San Pedro».
El turista no oyó la vocecita del animalito moribundo, pero la oyó el artífice, el hombre del trabajo glorioso y de los altos sueños. La oyó y cogió delicadamente a la araña que no daba señales de vida y, saliendo del taller, la depositó tiernamente entre las flores multicolores de su huerto.

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