lunes, 27 de mayo de 2013

El síndrome de los sabios


Jhony Carhuallanqui
Stephen William Hawking (Oxford, 8 de enero de 1942).

La organización Super Scholar publicó la lista de las diez personas vivas más inteligentes del mundo, empleando como criterio de selección el Coeficiente Intelectual (CI) —un indicador producto de un test estandarizado que mide las habilidades cognitivas en un grupo de la misma edad—. Este tema es significativo cuando se refiere a un grupo con un CI superior a 140, considerando que el rango normal oscila entre 90 y 109.
En esta singular lista figuran notables personajes como el astrofísico Stephen Hawking, quien condujera la cátedra “Lucasiana” de la Universidad de Cambrigde, la misma que ocupara Isaac Newton y que, pese a sus limitaciones físicas producto de la esclerosis lateral amiotrófica —que lo ha postrado cuadripléjico en una silla de ruedas—, nos ha deslumbrado con sus propuestos teóricos en física cuántica.
Así, podemos encontrar también a Paul Allen (cofundador de Microsoft), a Kim Ung-Yog (trabajador de la NASA desde los ocho años), a Christopher Hirata (obtuvo en Princeton un PhD en Física a los 22), a Garry Kasparov (derrotó a un computadora de IBM en ajedrez) y otros.
Kim Peek (Salt Lake City, 1951 — Salt Lake City, 2009)
fue el más famoso y prodigioso de los "Savant".
Sin embargo, existen personas con habilidades y capacidades cognitivas específicas para una actividad y la desarrollan con una pericia sorprendente, pero esta “genialidad” va acompañada de un grado de autismo o un nivel de disfuncionalidad social - mental - motora, que les impide cumplir tareas tan “simples” como afeitarse, abotonarse la camisa o colocarse el calzado en el pie correcto. A estas personas se les llama “Savant”, a lo cual prestigiosos psiquiatras, como Darold Treffery, consideran una patología.
Por ejemplo, Kim Peek no puede atarse los pasadores, aunque su cerebro ha memorizado el 98% de los 12 mil libros que leyó, además podía leer dos páginas del mismo libro en simultáneo, pues usaba un ojo para cada una. Su capacidad de almacenar información era sorprendente, tanto así que le llamaban “Kimputer” y su vida fue la inspiración de la película “Rain Man” (protagonizada por Dustin Hoffman). Falleció en 2009.
Stephen Wiltshire empezó a hablar a los nueve años y no puede hacer sumas básicas, sin embargo, le basta contemplar un paisaje para reproducirlo a detalle. Tiene lienzos de diferentes ciudades y para hacer el de Londres le bastó sobrevolarlo por 15 minutos en helicóptero, por eso lo llaman el “hombre fotografía”. Leslie Lemke no pudo caminar hasta los 15 años, padeció glaucoma que devino en la extracción de los ojos, además le diagnosticaron parálisis cerebral a sus 16, su madre adoptiva lo encontró tocando a Tchaikovsky  en el piano y tan solo lo había oído una vez en la televisión. Daniel Tammet domina 11 idiomas y con naturalidad, expone el valor de pi (π) con 22514 dígitos: 3,14159265358979323846264…
El primer caso conocido fue el de Thomas Fuller (1789), una persona con una severa discapacidad mental pero con habilidades matemáticas. En 1887, el siquiatra británico J. Langdon Down acuñó el término “sabio idiota” para referirse a estas personas, pues concluyó que la atrofia del Hemisferio Izquierdo habría catapultado el desarrollo del Hemisferio Derecho, mas los conocimientos eran ejecutados de manera mecánica. Los estudiosos ahora prefieren denominarlo “El síndrome del sabio”.
Stephen Wiltshire (Londres, 24 de abril de 1974) fue diagnosticado con autismo.
En la actualidad, la teoría no explica a plenitud la extraordinaria capacidad de estos personajes, que han logrado una memoria sorprendente o una habilidad matemática o artística superior, aunque su CI no alcance el promedio.
Allan Snyder (Universidad de Sidney) es un especialista en el tema, y ha propuesto la teoría de que todos podemos llegar a ser “Savants” con ciertos estímulos específicos al cerebro. Sus investigaciones han sido reconocidas por la comunidad científica que espera conocer mucho más sobre ellos.


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