Eduardo González
Viaña
Javier Heraud (Miraflores, Lima, 19 de enero de 1942 – Madre de Dios, 15 de mayo de 1963). |
Hermano: de todos nuestros compañeros
de generación, eres el que mejor se conserva.
Conservas los mismos ojos asombrados
del chico que estaba recibiendo el primer premio de aprovechamiento en el
colegio “Markham”.Tienes la misma cara del muchacho de 18 años que viaja al
norte para recibir el premio al mejor poeta joven del Perú.Recuerdo que a
través de los aires antiguos y dulces de Trujillo te abrías paso para leernos
poemas del libro que ya a esa edad habías publicado.Recuerdo que eras un
muchacho grandote y de pies enormes, y que tenías pronunciadas ojeras de niño
sabio.
En nosotros, las ojeras se instalaron
por la edad y también por algunas experiencias tristes. El pelo se les puso
blanco a algunos. A otros, se nos fue cayendo. En ti, nada de eso ocurrió
porque sobre ti no pasaron los años.
No pasaron por que los años no pasan
sobre el río, y tú eras y eres un río. Además de que tu poema lo proclama, te
acribillaron cuando te ibas flotando sobre una canoa por el río Madre de Dios.
Y por eso sigues siendo «el río que viaja en las orillas, puerta o corazón
abierto; el río que viaja por los pastos, dolor o rosa cortada; el río que
viaja dentro de los hombres, el río que canta al mediodía, el río eterno de la
dicha.»
Eso ocurrió hace 50 años. Como lo ha
contado tu padre, saliste de Puerto Maldonado inerme, sobre el tronco de un
árbol, a la deriva, y pudiste haber sido detenido sin necesidad de disparos. Tu
compañero había enarbolado un trapo blanco. No obstante, los policías y los
civiles a quienes se había azuzado te disparaban desde las orillas, durante una
hora y media.
Eso ocurrió el 15 mayo de 1963. El
“valiente” capitán que comandaba a los sicarios gritaba: «¡Fuego!, ¡fuego!, hay
que rematarlos.» Ya estabas muerto cuando continuaban zumbando las balas
dumdum. La autopsia encontró diecinueve forados en tu cuerpo.
¿Por qué tanto odio, Javier?Eran los
años en que todo el mundo estaba pendiente de la revolución cubana. En el Perú,
teníamos que levantarnos a las cuatro o cinco de la mañana para escuchar
secretamente “Radio Habana, Cuba". Estaba prohibido captar esa emisora,
ver la película "Morir en Madrid", cantar "Natalie”, dejarse
crecer la barba, viajar a los países socialistas. Los gobiernos temían que
fuéramos contaminados por las ideas de libertad y de justicia.
Los dueños del país querían hacer creer
que representaban las ideas cristianas. Sin embargo, día tras día, los
monopolistas del campo, los contaminadores de las minas, los agiotistas de las
finanzas y algunos insaciables e inflados presidentes han demostrado que no hay
materialismo más perverso que el suyo (…)
Ser poeta es ser dueño de una voz que
denuncia la bestialidad de los tiempos y clama por la solidaridad y la
justicia. Sólo la unidad de los justos hará que perduremos como tú, querido
Javier Heraud, que sigues escribiendo para el futuro, para los niños y niñas
que a los 18 años escriban poesía, para los compañeros que vengan mañana.
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