Jorge Escobar
Galván
Según Manuel J. Baquerizo, Arguedas
residió en esta ciudad durante el año 1928, cuando estudió en el Colegio
Nacional “Santa Isabel”. En las décadas del 50 y 60, radicó por varias
temporadas en el Valle del Mantaro, ésta vez ya como investigador de asuntos
antropológicos. Hizo notar la gran importancia cultural de esta zona,
publicando artículos breves sobre artesanía, música, danzas y literatura oral.
Huancayo ha sido el foco de atracción
de Arguedas. Este vivo interés tuvo una clara motivación: creía hallar en esta
región una muestra de «integración pacífica de las castas y culturas andina y
occidental». «Ninguna región de la sierra —dice— ha fortalecido tanto su
personalidad cultural como el Valle del Mantaro». Arguedas sostuvo la tesis
según la cual el mundo andino no desaparecería al incorporarse a la cultura
europea. Preveía el surgimiento de una sólida cultura mestiza. Pensaba que el
reemplazo de algunos elementos de la cultura externa como la vestimenta, la
vivienda o la música, no significaba de ningún modo la desaparición de los
valores espirituales o morales indios.
Se basaba en el hecho de que, a pesar
del largo período de dominación española, la cultura quechua había sabido
resistir y sobrevivir. Lo que es incontrovertiblemente cierto. Pero también es
inexcusable hacer notar que estudió el mundo campesino del Valle del Mantaro
cuando «esa máquina destructora de cultura que ha sido y sigue siendo el
sistema capitalista», todavía no había penetrado con la fuerza avasalladora con
que lo hace hoy en día.
Cuando Arguedas escribió estos
trabajos estaba fuertemente influido por la antropología culturalista de
procedencia norteamericana que confundía e identificaba la cultura con la
sociedad.
Según Baquerizo: «Arguedas no veía con
suficiente claridad que la cultura se entrelaza orgánicamente con el sistema
social, por lo mismo no ponía en tela de juicio la validez de la cultura
dominante y creía más bien en la llamada ‘aculturación’ o ‘integración
cultural’. Resulta de suma importancia saber qué cultura es la que se propaga,
qué cultura es la integradora». Porque «en la cultura, lo mismo que en la
economía, la tendencia a la internacionalización en la sociedad capitalista
tiene (…) la señal del aplastamiento y destrucción de las culturas de los
pueblos oprimidos, de imposición a éstos de modelos de cultura burguesa».
Esto lo habría comprendido y denunciado Arguedas en los
últimos años de su vida. Indicaba con gran lucidez: «Las potencias que dominan
económica y políticamente a los países débiles intentan consolidar tal dominio
mediante la aplicación de un proceso de colonización cultural. Por medio del
cine, de la televisión, de la radiodifusión, de millones de publicaciones, se
trata de condicionar la mentalidad del pueblo. Esta gran empresa tiene
auxiliares influyentes y poderosos consorcios que están identificados con sus
propios intereses y, por tanto, con el tipo de vida, con las preferencias y
conceptos del bien y del mal, de lo bello y de lo feo, de lo conveniente; que
más los aviene».
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