martes, 4 de junio de 2013

Huancayo en la visión de Arguedas


Jorge Escobar Galván


Según Manuel J. Baquerizo, Arguedas residió en esta ciudad durante el año 1928, cuando estudió en el Colegio Nacional “Santa Isabel”. En las décadas del 50 y 60, radicó por varias temporadas en el Valle del Mantaro, ésta vez ya como investigador de asuntos antropológicos. Hizo notar la gran importancia cultural de esta zona, publicando artículos breves sobre artesanía, música, danzas y literatura oral.
Huancayo ha sido el foco de atracción de Arguedas. Este vivo interés tuvo una clara motivación: creía hallar en esta región una muestra de «integración pacífica de las castas y culturas andina y occidental». «Ninguna región de la sierra —dice— ha fortalecido tanto su personalidad cultural como el Valle del Mantaro». Arguedas sostuvo la tesis según la cual el mundo andino no desaparecería al incorporarse a la cultura europea. Preveía el surgimiento de una sólida cultura mestiza. Pensaba que el reemplazo de algunos elementos de la cultura externa como la vestimenta, la vivienda o la música, no significaba de ningún modo la desaparición de los valores espirituales o morales indios.
Se basaba en el hecho de que, a pesar del largo período de dominación española, la cultura quechua había sabido resistir y sobrevivir. Lo que es incontrovertiblemente cierto. Pero también es inexcusable hacer notar que estudió el mundo campesino del Valle del Mantaro cuando «esa máquina destructora de cultura que ha sido y sigue siendo el sistema capitalista», todavía no había penetrado con la fuerza avasalladora con que lo hace hoy en día.
Cuando Arguedas escribió estos trabajos estaba fuertemente influido por la antropología culturalista de procedencia norteamericana que confundía e identificaba la cultura con la sociedad.
Según Baquerizo: «Arguedas no veía con suficiente claridad que la cultura se entrelaza orgánicamente con el sistema social, por lo mismo no ponía en tela de juicio la validez de la cultura dominante y creía más bien en la llamada ‘aculturación’ o ‘integración cultural’. Resulta de suma importancia saber qué cultura es la que se propaga, qué cultura es la integradora». Porque «en la cultura, lo mismo que en la economía, la tendencia a la internacionalización en la sociedad capitalista tiene (…) la señal del aplastamiento y destrucción de las culturas de los pueblos oprimidos, de imposición a éstos de modelos de cultura burguesa».
Esto lo habría comprendido y denunciado Arguedas en los últimos años de su vida. Indicaba con gran lucidez: «Las potencias que dominan económica y políticamente a los países débiles intentan consolidar tal dominio mediante la aplicación de un proceso de colonización cultural. Por medio del cine, de la televisión, de la radiodifusión, de millones de publicaciones, se trata de condicionar la mentalidad del pueblo. Esta gran empresa tiene auxiliares influyentes y poderosos consorcios que están identificados con sus propios intereses y, por tanto, con el tipo de vida, con las preferencias y conceptos del bien y del mal, de lo bello y de lo feo, de lo conveniente; que más los aviene».

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