domingo, 9 de junio de 2013

Universidades “combi”


Miguel Ramón LLulluy

La educación universitaria, en nuestro país, se ha convertido en una fábrica de profesionales. Específicamente en la región central, la proliferación de universidades y la creación de éstas sin un estudio técnico —solo por el apetito político de los gobiernos de turno— han permitido su crecimiento desmedido en las dos últimas décadas.
Como diría Mario Bunge en su libro “Ciencia y desarrollo”: «Las universidades, hasta mediados de nuestro siglo (s. XX), eran esencialmente centros de formación de élites, no sólo intelectuales sino también sociales». Efectivamente, el acceso a las universidades, tanto en Perú y nuestra región, era para las personas que tenían cierta solvencia económica o gozaban de cierto estatus.
También, Bunge remarca que los centros de estudios superiores del tercer mundo siguen siendo, en lo principal, fábricas de profesionales y proveedores de dirigentes, pues ya no son centros de élite sino de masas. Con mucha preocupación podemos afirmar que en la región central existe una explosión universitaria, la misma que se refleja en las 42 universidades existentes, con todas sus filiales que ofertan carreras profesionales “al gusto del cliente”.
Desde 1959, la única universidad existente en nuestro medio fue la Universidad Nacional del Centro del Perú, con una población de 10 mil estudiantes; sin embargo, en los últimos 20 años, tres universidades privadas han crecido vertiginosamente: la Universidad Peruana “Los Andes”, con una población de 25 mil alumnos; la Universidad Continental, con 10 mil; y la Universidad Alas Peruanas, con 4 mil estudiantes (todos estos datos son aproximados).
Un alto porcentaje de la plana docente de estos campus particulares son nombrados en la universidad estatal, que dictan clases adicionalmente a su carga horaria, pero lo cuestionable es el comportamiento del docente en ambas instituciones. Por ejemplo, en la universidad estatal faltan a clases, llegan tarde, improvisan las lecciones, su forma de vestir es informal y no existe compromiso con su centro laboral; en cambio, en la particular cambia sustancialmente esta actitud: llegan puntualmente, no faltan a clases, presentan su carpeta docente a tiempo y asisten con el terno que ha sido asignado por la universidad estatal.
Asimismo, la evaluación de los docentes de la universidad pública se realiza semestralmente, donde los alumnos evalúan a sus catedráticos sobre su desempeño; sin embargo, el resultado de estas evaluaciones no sirve para nada, pues las autoridades no tienen en cuenta estos resultados para realizar los correctivos que permitan mejorar el desempeño docente. Por el contrario, en las universidades particulares, los docentes son seleccionados, en algunos casos, por amistad con los propietarios y no existe la exigencia académica pertinente por temor a que los estudiantes deserten y arriesguen el funcionamiento de la misma.
El problema del sistema universitario pasa también por el protagonismo político de los congresistas y gobernantes de turno que, cada vez que se aproximan las elecciones, aprueban a diestra y siniestra la creación de universidades sin el mínimo criterio técnico.
Como planteó Juan Carlos Valdivia: a la falta de oferta de estudios superiores  la primera respuesta ha sido la creación de universidades “combi”, donde importa llenar las aulas, aunque no importe la calidad del servicio.
Considero que el dilema de la educación es el sistema, que nos aleja de la educación de países desarrollados, específicamente de Finlandia, el cual es ganador de la evaluación (PISA) que tiene como premisa: «Considerar que el alumno es importante, los profesores son expertos y la evaluación sirve como una palanca de cambio».
Lo expresado no es para alimentar el desaliento, más bien sirve para mostrar que la calidad de la educación es consecuencia de múltiples factores externos, y sirve para contradecir una tendencia demasiado vigente entre nosotros: creer que podemos hallar correctivos al interior del sistema, como establecer planes de educación a largo plazo, cambio de programas, aumento en las horas de clase, acreditación educativa, evaluación, capacitación en los docentes y la dotación de infraestructura educativa.

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