La noche detenida
Javier
Reverte
Su cuerpo era
cálido, de pechos menudos, caderas redondas y piel muy suave y pintada de
bonitas pecas. Me gustaban sus labios febriles y el dulzor tibio de su lengua.
Llenaba mi boca al besarme y, en la oscuridad, ella gimió con contenida
ansiedad. La amaba aún más cuando me retiré a un lado, cuando posé su cabeza
sobre mi hombro y le dije en español que la quería, acercándome a su oído. Ella
ronroneó melosa y se apretó contra mí.
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