sábado, 2 de octubre de 2010

Platos huancas

Gustos y sabores de exportación

Leonardo Carlos Mendoza Mesías
¡Comer, beber y amar! Son los principales placeres que tiene el hombre desde que nace hasta que muere. Hoy sólo hablaremos del comer, y qué mejor que referirnos a esos platillos que nacieron en esta hermosa región, la de los huancas.
Un placer equiparable es saborear una buena comida a base de tiernas carnes y vegetales, condimentados por laboriosas y mágicas manos veteranas que más saben por experiencia que por teoría. Estos potajes divinos, si bien satisfacen al más exigente paladar, satisfacen también al estómago más exigente; y hasta es posible que el letargo invada a quienes los degustan invitándolos a hacer la digestión mediante una siestecilla. Los potajes huancas indudablemente son una delicia, un homenaje al sentido del gusto.
¿Pero de qué estamos hablando? De los manjares que el poblador huanca está acostumbrado a degustar cada vez que se le antoja, y que al visitante le apetece cada vez que los evoca o los mira en la televisión. Señores, estamos hablando de platos de fondo tan exquisitos como el patachi, el caldo de cabeza, el caldo de gallina, el mondongo, el picante de cuy, la pachamanca (hasta cinco sabores), el chicharrón colarao, el lechón, la trucha frita, el alwish lulo o un pogtecito de arvejas o de habas y otros platos más. Pero cómo obviar los riquísimos postres que embrujan al más exigente paladar, cómo olvidar la gelatina de pata, las mazamorras de chuño, chancaca, maíz o caya; las ricas humitas, las mermeladas y dulces preparados a base de nísperos y layan (sauco).
Pero si queremos ser más exóticos, como no salivar al recordar la machka acompañada de leche de vaca, el sango, las habas pushpo, las habas pumpo, la cancha, el yuyo o shita. Todas estas delicias, acompañadas de las más agradables bebidas como la chicha de jora o la de maíz morado, son tan agradables como la hecha a base de molle. Pero a la vez todas estas exquisiteces se logran gracias al punto que se les da en el fogón, que es el que impregna el último aroma, pues la leña con la que son cocinadas (sea de eucalipto, arrayan o retama) le pone el toque final del sabor.
Evocar estas delicias culinarias nos permite destacar lugares como Ingenio, San Jerónimo, Sapallanga o Chupaca. Y recordar al valle del Mantaro es recordar al poblador Huanca y a su comida tradicional, que es, además, un importante legado cultural que nos da la posibilidad de conquistar nuevos mundos de ultramar, haciendo de Huancayo la “Tierra de sorpresas inequívocas”.

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