sábado, 9 de abril de 2011

El buen salvaje

No todo lo que brilla es oro
Sandro Bossio Suárez

Muchas frases que usamos hoy en día han tenido un origen curioso, ingenioso y divertido. Por ejemplo, decir “lágrimas de cocodrilo” significa a llorar en vano y la frase proviene de una función biológica del cocodrilo, que necesita mantener la humedad de sus ojos al salir del agua y, por ello, llora constantemente. Ocurre lo mismo cuando mastica a su presa, puesto que sus glándulas lagrimales y salivales se estimulan mucho con esta acción.
“La manzana de la discordia” data de la mitología griega. En ella, Eris encarnaba la diosa de la discordia y, se dice, que no fue invitada a una fiesta en el Olimpo, pero de todas maneras se presentó en ella. Al ingresar entregó como obsequio una manzana dorada diciendo que era para la diosa más bella. En la reunión estaban Afrodita, Atenea, Hera y Palas, y, cada quien creyéndose la más bella, empezaron a pelear por la manzana que, en efecto, generó una gran discordia.
“Echarse un polvo” tiene ahora una connotación puramente sexual. Equivale a copular o mantener relaciones sexuales generalmente de modo subrepticio. Pero antes no tenía ese significado. La frase nació de la costumbre social de consumir rapé, o sea, polvo de tabaco (también llamado polvo de Sevilla). Como en una época se puso de moda absorber este producto en las fiestas, se implantó la costumbre de habilitar en ellas una habitación especial para “echarse un polvo”, es decir para consumir el rapé. Estas habitaciones se fueron convirtiendo con el tiempo en el refugio perfecto de los amantes ocasionales y, de esa manera, se cambió el sentido de “echarse un polvo”, que pasó, desde entonces, a significar “mantener relaciones sexuales”.
Ser un “cornudo" hoy en día no es tan elogioso como lo fue en los países nórdicos del Medioevo, donde los gobernadores de las comarcas tenían la potestad de escoger entre las mujeres a las que deseaban tenerlas por una noche. Esta era una decisión elogiosa tanto para la mujer como para el marido de ésta. Cuando eso ocurría, la familia “honrada” por la visita del gobernador colgaba los cuernos de un alce en la puerta para anunciar que habían sido privilegiados. Entonces los vecinos felicitaban al marido por “haberle puesto el cuerno”.
La expresión “a ojo de buen cubero” proviene de la habilidad que tenían los fabricantes de cubas (vasijas contenedoras) en la antigüedad, donde estos instrumentos tenían diversas capacidades de acuerdo al “ojo” del fabricante.
“Poner en tela de juicio”, un término sumamente usado en nuestra actualidad, proviene de épocas romanas antiguas, del antiguo Derecho Procesal. En este caso la voz latina “tela” significaba barrera, palestra, lugar cerrado destinado a los debates legales. Este tipo de “tela”, entonces, no tenía que ver con la textilería, sino con los anfiteatros judiciales. Por ello, “poner en tela de juicio” significa, más o menos “poner en debate” algo que merece esclarecerse.
Las ínfulas no siempre fueron sinónimo de vanidad o presunción: en la Antigüedad se llamaban así unos precintos (especie de vendas) de las que colgaban dos cintas que se llamaban “vittae” a cada lado de la cabeza. Estas ínfulas las lucían los nobles como distintivo de su dignidad. Con estas “ínfulas” se adornaban también los altares y los tabernáculos. Así, la persona que llevaba muchas ínfulas demostraba mucho poder y alcurnia, y por ello con el tiempo “llevar ínfulas” pasó a ser sinónimo de ser vanidoso y presumido.
Salvarse por un pelo no significa salvarse a las justas, como creemos, sino salvarse de un peligro grande. La frase se acuñó debido a que, en épocas pretéritas, los marineros eran salvados de los naufragios tirándolos de los cabellos, que siempre los tenían largos, es decir eran salvados “por los pelos”.
“Brillar por su ausencia” viene de los funerales Romanos, donde se mostraban las estatuas de los antepasados para revelar linaje. Cuando Casio y Bruto, los conspiradores que asesinaron a César, fueron condenados, sus efigies fueron retirados de la galería para que “brillaran por su ausencia”.
Durante mucho tiempo hemos dicho “poner las barbas en remojo”, pero hemos estado errados, pues la verdadera frase es “poner las bardas en remojo”. “Barda” significa “techo de hojas secas” y las familias de los pueblos donde sus casas tenían este tipo de techos, previendo los incendios forestales -que eran muchos y asolaban los pueblos- humedecían sus “bardas”, es decir “ponían las bardas en remojo”. Equivale a decir “anteponerse a los hechos”, “antelarse”.

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