El Enano
Pär Lagerkvist
Continuaron como antes su repugnante orgía, y su conducta se hizo cada vez más desvergonzada y escandalosa, al punto que yo, obligado como estaba a presenciarlo todo, me sentí lleno de vergüenza y de asco. Se abrazaban y se besaban, con los rostros enrojecidos, groseramente excitados de placer, anhelantes y vulgares. Aquello era indescriptiblemente nauseabundo. Tras una fingida resistencia, las mujeres se quitaron sus ropas dejando al descubierto sus senos desnudos, y la más bella tenía un lunar sobre uno de ellos, no muy grande, pero lo suficiente para que fuera completamente imposible que pasara inadvertido.
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