Esperanza
Álvaro Sánchez Schwartz
Al ver caer la lluvia sobre las flores, María me dijo que todo iría mejor. Hacía más de un año que me habían traído a este hospital y ella me aseguraba que pronto saldría de ahí. En este tiempo, mis ideas habían ido cambiando y ese violento frenesí de delirios, voces y visiones que se apoderaban de mí ser, se habían alejado de mí para poder morir. María me decía que aquella lluvia no podía ser sino un augurio eterno y cierto de que esa etapa de mi vida desaparecería en el olvido. Gracias a sus palabras, la tristeza y la melancolía, aquella huella dolorosa de mi alma, dejaba de ser eterna. Le agradecí conmovido su compañía y sus palabras, y le hice un guiño cómplice a su voz. Apagué las luces, cerré mis ojos y la sombra de María voló hacia el jardín.
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