sábado, 30 de abril de 2011

PERFUME DE MUJER

El crimen del padre Amaro
Eça de Queirós

A Amaro le parecían admirables aquellas uñas, porque todo lo que era ella o venía de ella le parecía perfecto: le gustaba el color de sus vestidos, su andar; su forma de pasar los dedos por el pelo, y hasta miraba con ternura la ropa interior que ella ponía a secar en la ventana de su habitación, sujeta a una caña. Nunca había vivido en tanta intimidad con una mujer. Cuando veía entreabierta la puerta de su habitación, deslizaba hacia dentro miradas golosas, como quien atisba las perspectivas de un paraíso: un refajo colgado, una media extendida, una liga que había quedado sobre el baúl, eran como revelaciones de su desnudez que le hacían apretar los dientes y palidecer. Y no se hartaba de verla hablar; reír; caminar con las faldas muy almidonadas rozando los marcos de las puertas estrechas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu comentario aquí.