Leonardo Mendoza Mesías.
Cada sociedad crea y recrea sus manifestaciones culturales. Por ejemplo, en la Semana Santa pasada, los peruanos hemos sido partícipes de una serie de actividades sociales, religiosas, económicas, y etcétera. Semana Santa no sólo es religiosidad, es más, casi siempre, acostumbramos a asistir a actividades religiosas como las misas, el “sermón de las siete palabras”, visitar las iglesias, hacer penitencias y más, pero a la par, también desarrollamos otras actividades que no son tan religiosas como los paseos, viajes, comilonas, reuniones y fiestas en donde impera, sobre todo, las dipsomanías. Estas actividades son, más bien, de índole social y que se desarrollan con mayor preocupación y “religiosidad” que las que manda la iglesia. Pero también, estas fechas son la oportunidad de desarrollar actividades económicas que permiten obtener algunos dividendos más mediante el expendio de potajes, servicios, hospedaje y otros.
Como vemos, nuestra sociedad, en Semana Santa o cualquier otra fecha desarrolla actividades que se han generado respondiendo a una necesidad (espiritual como la Semana Santa) o a su creatividad. Muchas de estas actividades son el resultado de la colonización española, la globalización o copia de otros países (como Norteamérica). Ejemplos de estas actividades o recreaciones culturales son las prácticas de Semana Santa, la celebración del día de la madre, o “Halloween”. Pero también, se da el caso que hay elementos culturales creados, autóctonos, como el pago a la tierra. Este hecho de crear o recrear actividades autóctonas, asumidas o copiadas no tienen nada de malo, por el contrario es una autoatribución que las sociedades como la nuestra, al igual que otras de más allá o más acá, demuestran su febrilidad cultural y su fortaleza popular, que por cierto, es una muestra palpable de la gran demanda y de las expectativas que tienen este tipo de sociedades. Además, el hecho de crear o recrear, atribuible a una sociedad, tiene un objetivo o fin. Un fin que es inherente solamente a ella y que muchas veces es subyacente a la conciencia de la mayoría de sus integrantes.
Retomando el caso de Semana Santa observamos que dichas actividades, además de ser creaciones o recreaciones culturales, son la coexistencia simultánea de dos espacios: lo individual y lo colectivo, lo sagrado y lo profano, lo religioso y lo no religioso. O sea, lo que podemos observar en el poblador huanca es que éste recrea en sus actividades (diarias) un aspecto fundamental de su pensamiento: la oposición binaria. A partir de este análisis de lo cotidiano comprendemos que, el ser humano ordena sus pensamientos y actividades por oposiciones pero que esta oposición no significa conflicto, todo lo contrario, se complementan entre sí: cuerpo y espíritu, razón y sentimiento, felicidad e infelicidad, alegría y tristeza, hambre y saciedad, salud y enfermedad.
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