Cuando los libros gritan
Sandro Bossio Suárez
Los estudiantes universitarios han sido, a lo largo de los siglos, defensores de la democracia, de los derechos fundamentales del hombre y de la libertad de expresión. Así, tenemos que desde los “sopistas” (estudiantes comensales de las universidades españolas del Renacimiento) hasta los becarios franceses de la Revolución de 1789. Los estudiantes han protagonizado muchas marchas y contramarchas que han cambiado el rumbo de la historia.
En 1918, en Argentina, cientos de estudiantes universitarios propiciaron con sus marchas la Reforma de Córdova. En 1921, los universitarios cubanos se amotinaron en protesta por el intento del gobierno de Zayas de otorgar el Título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana a representantes de la academia norteamericana (a Enoch H. Crowder y a Leonard Wood).
En 1924 estudiantes españoles se enfrentaron intelectual y físicamente emulando el enfrentamiento filosófico de Ortega y Gasset, Blasco Ibañez y Menéndez Pidal. Al final, suscribieron un manifiesto con más de cien firmas en contra de la política cultural de España.
En 1949, surgieron protestas estudiantiles en China por una mayor libertad política, y en enero de 1958, una manifestación estudiantil logró derrocar al dictador Marcos Pérez Jiménez en Venezuela.
Pero la muestra más visible de la fuerza de los estudiantes saltó al mundo en mayo de 1968, en Francia, donde una larga y rabiosa protesta estudiantil contra la sociedad de consumo, mostró al mundo el peso de la juventud como impulsor de las transformaciones revolucionarias. Ya antes de esta fecha memorable se habían venido produciendo en el mundo acontecimientos que influyeron en los estudiantes franceses, como la Revolución Cubana, la independencia de Argelia, la resistencia de Ho Chi Mihn, entre otros. La latencia de estas emociones terminó con la represión en la Universidad de Nanterre, el 3 de mayo de 1968, cuyas protestas se extendieron rápidamente a la célebre Sorbona. A la segunda semana, los movimientos obreriles y estudiantiles se unían en asambleas y comités de acción, y llamaban a barricadas y huelgas generales con multitudinarias movilizaciones espontáneas.
Lo representativo de entonces fue el conversatorio en el teatro Odeón, donde Daniel Cohn Bendit, de 23 años (a la sazón la figura emblemática del Mayo del 68), rebatía al filósofo Jean Paul Sartre, desautorizándolo de la formación de una vanguardia política (porque, para él, eso significaría minar las bases de esa "efervescencia incontrolable") y siguió apostando por la espontaneidad de la gente. Poco después, los sindicatos solicitaron un aumento salarial al gobierno del general Charles De Gaulle y, por alguna razón, el Partido Comunista Francés no acompañó a los nuevos movimientos de izquierda universitarios.
Lamentablemente, esta agitación fue víctima de su propia carencia y, a fines de junio, tras el adelanto de las elecciones generales, De Gaulle triunfó ampliamente sobre las fuerzas de izquierda. Hubo repercusiones en Europa (España, Checoslovaquia y Alemania) y en América (México, Argentina, Uruguay y Estados Unidos). México llevó la peor parte: al menos quinientos estudiantes, catedráticos, intelectuales y amas de casa murieron a manos del batallón Olimpia en la plaza mexicana de las Tres Culturas durante la Masacre de Tlatelolco. El responsable de la matanza fue Gustavo Díaz Ordaz.
Pasó el tiempo y, en 1989, antes del amanecer del 4 de junio, varios tanques silenciosos entraron en la plaza de Tiananmen, en la República Popular China, donde se amotinaban miles de universitarios en demanda de libertad, para sofocar semanas de protestas. El Partido Comunista de China siempre negó la matanza donde, al menos, quinientos estudiantes perdieron la vida.
En mayo de este año un acontecimiento estudiantil conmovió al mundo: la multitudinaria “Revolución de los Indignados”, donde miles de universitarios y ciudadanos tomaron el centro de Madrid solicitando cambios políticos y sociales.
Huancayo también tuvo grandes movilizaciones estudiantiles a lo largo de su vida: recordemos la de las Jornadas Cívicas del 14 y 15 de Junio de 1956, donde obreros y estudiantes tomaron las calles para exigir la inscripción de la candidatura de un líder político estimado por el pueblo.
Entre 1961 y 1962 piquetes de estudiantes y líderes sociales lograron la nacionalización de la Universidad Nacional del Centro. Cuarenta años después, en 2002, una gran asonada estudiantil obligó al entonces rector Esaú Caro Meza a dimitir.
Ahora vivimos una larga protesta estudiantil en la misma universidad, que ha puesto en aprietos a las autoridades, exigiendo mejoras en el comedor universitario. La resolución del conflicto (a decir de la sociedad con la violación de la autonomía del campus) acarreó una insatisfacción ya no sólo estudiantil sino social contra las autoridades universitarias.
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