sábado, 4 de junio de 2011

El folklore que yo vi


Junio, mes de los tapados

Luis Cárdenas Raschio

Conocí a un zapatero remendón a quien regalaba periódicos pasados para que envuelva sus zapatos ya reparados, tenía a su esposa y cinco hijos. Él me contaba que en su pueblo, en el mes de junio, siempre veía candela blanca que salía de una pequeña lomada, y que él ya había marcado el lugar con piedras. Me decía que me consiga un detector de metales y así poder viajar a su pueblo, pero no pude conseguir el artefacto. Él siempre me recordaba para poder ir a “huaquear”.

Un día salió, a comprar pan para tomar desayuno, con tan mala suerte que un carro lo atropelló, fracturándole la pierna y el brazo izquierdo. Estuvo enyesado por una semana y al no poder trabajar, se sacó el yeso que le colocaron en el hospital, y encargó a dos de sus paisanos que le traigan una culebra viva. Sus amigos, consiguieron el encargo. Cortó la cabeza de la culebra, la partió de canto a canto y se envolvió con toda la carne y piel, cubriéndola con una faja de bailar Huaylarsh. Pasó una semana y el zapatero ya podía seguir trabajando, sin embargo, sus amigos al ver como estaba, le exigían que les page por la culebra que le habían traído. Al verse acosado por la deuda, se acordó de la candela que el siempre veía en su pueblo, y los convenció para que saquen el tapado. Los dos amigos fueron al sitio donde les había indicado, ellos encontraron el lugar y empezaron a escarbar, entonces hallaron un cajón no muy grande, lo abrieron, y ¡oh sorpresa!, habían siete sapos grandes. En su impotencia, uno de los amigos empezó a proferir lisuras contra el zapatero. Lo que hicieron fue cerrar la caja, meterla a un costal y llevarla a la casa del remendón. Llegaron por la tarde y el zapatero se alegró al ver a sus amigos, éstos le dijeron: “te estamos trayendo tu parte del tapado”, y metieron el saco debajo de su cama. Él les agradeció, quiso convidarles un traguito, los amigos no aceptaron nada y se fueron riendo.

Al día siguiente el zapatero se levanto para ver el contenido de lo que le habían traído, quiso sacar el costal pero pesaba mucho. Con la ayuda de su esposa lograron sacar el saco y el cajón. “¡Pasu madre!”, es lo que atinaron a decir, porque no habían sapos, sino siete barras de oro. Con esto se preguntó: “¿Cuánto abran encontrado mis amigos?”, por la cantidad de tesoro que le habían traído. El zapatero cambio de vida, se fue a Lima, compró su casita y educó a sus hijos. Después de dos años se encontró con sus amigos, los abrazó, los llevó a almorzar, y les preguntó cómo les había ido a ellos con la cantidad de oro del tapado. Los amigos le contestaron que en el tapado solo había siete sapos, mas no oro. Entonces él les contó todo lo sucedido y no fue desagradecido, pues les dio una buena cantidad de lo encontrado.

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