El año 1928 fue particularmente importante para la historia de nuestra ciudad, pues fue cuando llegó, por vez primera, José María Arguedas, aún adolescente, de 17 años de edad. Debido a una serie de vicisitudes de orden político por las que atravesaba su padre por ser partidario de Pardo, éste fue trasladado a Huaytará y ello, según Carmen María Pinilla, habría determinado en forma parcial para que el joven José María sea matriculado en el Colegio Santa Isabel de Huancayo. Una vez concretado esto, nuestro futuro escritor inició sus estudios en el Tercer Año de Secundaria, llegando a tener una notable actividad estudiantil frente a los problemas por los que atravesaba su nuevo colegio, a la par que se iniciaba en la producción literaria a través de revistas como “Antorcha”. Vemos entonces que la vocación de Arguedas por el arte de escribir cobró forma en Huancayo. He aquí una primera razón para que Huancayo celebre el centenario de su nacimiento.
Algún tiempo más tarde, entre los años 1952 y 1956, Arguedas volvió al Valle del Mantaro, esta vez convertido ya en antropólogo, interesado particularmente en documentar el folclor de las comunidades campesinas de esta parte del país y la dinámica comercial de Huancayo. Como señala Juan Javier Rivera, los escritos de Arguedas producto de estos trabajos constituyen, tal vez, la etnografía más nutrida y hermosa que se haya hecho hasta el momento sobre nuestro valle y su gente. En especial destaca, además de su “Folklore del valle del Mantaro” publicado en 1953, el notable estudio titulado “Evolución de las comunidades indígenas. El valle del Mantaro y la ciudad de Huancayo, un caso de fusión de culturas no comprometida por la acción de las instituciones de origen colonial”, publicado originalmente en la Revista del Museo Nacional en el año 1957 y en el cual Arguedas, en forma entusiasta, plantea que Huancayo y las comunidades del valle son un claro testimonio de la capacidad que tiene la población indígena de integrarse a la sociedad nacional en condiciones “libres” y de la posibilidad de un nuevo mestizaje, caracterizado por una poderosa dinámica económica que resaltaría en otro trabajo suyo que también salió a la luz en 1957 y que llevó por título “Estudio etnográfico de la feria de Huancayo”. Estas importantísimas contribuciones del Arguedas antropólogo a nuestra región constituyen una segunda razón para vestirnos de fiesta.
Finalmente, no podemos dejar de lado el hecho de que el Valle del Mantaro representó para Arguedas el escenario de un nuevo y posible proyecto de vida junto a Vilma Ponce Martínez, de quien se enamoró profundamente, allá por la década de 1950. Es cierto que mucho se ha dicho y se ha especulado sobre este pasaje en la vida de nuestro escritor y etnólogo, sin embargo, cuando uno lee las cartas y telegramas que éste le escribió a Vilma entre 1954 y 1957, publicadas por Carmen María Pinilla hace pocos años, podemos descubrir maravillados a un Arguedas sumamente tierno, sensible, dispuesto a darlo todo con tal de ver feliz a la mujer que ama, no obstante los serios problemas que afrontaba con Celia Bustamante y las vicisitudes económicas propias de un hombre entregado al estudio de nuestra cultura y a las letras. Arguedas soñó y amó en los dominios del Mantaro y ésta, creemos, es una razón más para no dejar pasar por desapercibido el festejo de su centenario en nuestra región. Esperamos que nuestras autoridades se sumen a las actividades que colectivos como “100xCiertoArguedas” e instituciones como el Instituto Cultural Peruano Norteamericano, el SCAF y el Centro Cultural de la UCCI, ya vienen desarrollando o impulsando. Ahora ellos tienen la palabra.
La vocación de Arguedas por el arte de escribir cobró forma en Huancayo. He aquí una primera razón para que Huancayo celebre el centenario de su nacimiento.
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