domingo, 24 de julio de 2011

Respeto a la síntesis

Carlos Meneses / Jurado

En el año 1990, los minicuentos o los microrrelatos me eran desconocidos como género o subgénero literario. Había leído de muy buenos autores, de diferentes nacionalidades, pequeñas narraciones de tres o cinco líneas, pero las tomaba como algo aislado, un ejercicio o, tal vez, la búsqueda de nuevas formas. Sin ninguna duda, Monterroso fue el que más me atrajo, no sólo por la calidad de sus relatos, también porque parecía que él todo lo hacía minúsculo, su poder de síntesis era admirable. Casi simultáneamente con estas reflexiones sobre los minis o los micros, mi amiga —lamentablemente desaparecida—, Dolores Koch, publicó un hermoso trabajo definiendo lo que significaba esta nueva forma narrativa.
Todo ese bagaje de conocimientos me impelió a buscar ayuda, para mi trabajo de narrador, en esas formas minúsculas que tanto me habían llamado la atención. Se trataba de sintetizar al máximo la idea de una historia por escribir. No conseguí lo buscado en una sola de esas píldoras literarias, fue menester escribir tres o cuatro para contener la esencia de lo que podría ser la novela o el relato, más o menos, largo. Cuando quedé satisfecho de esa jibarización de la historia, supe, también, a través de Dolores Koch, de autores que se dedicaban plenamente a este género, y de editoriales —muy pocas— que publicaban estos trabajos liliputienses. Posiblemente eso y el que Dolores Koch —la cito nuevamente—, me pidiera los pocos minicuentos que en ese tiempo tenía, para integrarlos en una antología que estaba preparando, lo que me decidió a trabajar más este género.

Mi primer libro de minis o micros se publicó en Valencia en 2009. La repercusión de su aparición fue buena y me empujó más a trabajar. Sin, por supuesto, dejar de lado mis tareas de narración y crítica. Me quedó el compás o el molde para seguir produciendo este tipo de expresión escrita. Y descubrí que podía hacerlo sin quitarle tiempo a mis demás ocupaciones literarias, utilizando los momentos vacíos en que se está tomando un café o una copa en un bar. Escribir a mano cuatro líneas, no roba horas y el resultado final puede ser más que agradable.

Monterroso fue el que más me atrajo, no sólo por la calidad de sus relatos, también porque parecía que él todo lo hacía minúsculo, su poder de síntesis era admirable.


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