Hace 8 años nació Solo 4. En todo ese tiempo cientos de números han sido publicados y muchísimos intelectuales han formado parte de ella. Sus páginas se han llenado con las estentóreas voces de la cultura, con música, antropología, literatura, arqueología, historia. Esta es una crónica sobre su gestación y nacimiento.
Una noche Fernando Rojas Vargas, mi gran amigo, me invitó un café para exponerme un proyecto que le había costado conseguir. Según me explicó, había propuesto al periódico donde trabajaba un suplemento cultural que saliera semanalmente, y tras largas negociaciones lo había conseguido. Y es que desde la desaparecida “Variedades” en Huancayo ya no había ningún suplemento lustral y Fernando, con valentía, quería revertir esa triste realidad.
Me propuso una columna sabatina. Me dijo que podría llamarse “Sandro Bossio opina” y yo lo primero que le pregunté es si habría cortapisa. Él me contestó que no, que tendría absoluta libertad para decir lo que quisiera, para escribir lo que me placiera. (Y en estos ocho años así ha sido con absoluta pulcritud). Seguimos hablando y me mostró una prueba de lo que sería el suplemento. Arriba estaba el logotipo: “Sólo 4”. Yo pregunté la razón del nombre y Fernando sonrió: “Es que sólo tenemos 4 páginas y somos 4 los que apostamos por este proyecto”. Contaba, desde luego, con Héctor Mayhuire, el director del medio; y con Julio Vargas, a la sazón Jefe de Redacción del periódico.
De ese primer número, recuerdo mucho la entrevista de la semana, que se llamaba “Al desnudo”, donde la poeta Carolina Ocampo contaba que su peor vergüenza la había pasado en su colegio cuando alguna vez fue sin fundillo.
Vi una crónica, unas octavillas culturales, una viñeta artística. De esa época data la sección “Perfume de mujer”, recuadro periodístico de belleza extraordinaria, donde sábado a sábado se reproducen los pasajes eróticos más hermosos de la literatura universal. Por ella han pasado desde la señora Onogoro del Medioevo hasta Alessandro Baricco del siglo XXI.
Cuando terminamos el café yo ya estaba perfectamente persuadido de que ese suplemento marcaría época, así es que acepté la columna, acepté mi futuro, pero con una condición: “Se llamará ‘El buen salvaje’”.
Según Rosseau el buen salvaje es un hombre que nace sin el pecado original, libre de toda cadena moralista y que, por ello, tiene la potestad social de actuar y decir las cosas que quiere. Yo admiro mucho ese mito y, por ello, adopté ese nombre. Desde entonces he escrito alrededor de 300 artículos de todo tipo. Abordé polémicos temas relacionados con la literatura, la lingüística, la política, la historia, la religión, el humor, la guerra. Todos ellos artículos que, en su momento, causaron risas (que me disculpen los apristas y los alcaldes quienes sufrieron mis humores), iras santas (un arzobispo agitando el periódico durante su homilía), protestas callejeras (alumnos de la facultad de Sociología de la universidad donde enseño defendiendo con pancartas la infalibilidad de Mariátegui), incomodidades, halagos, rencores, en fin, todo tipo de reacciones.
En los primeros años del suplemento pudimos entrevistar a importantes escritores: Mario Vargas Llosa, Oswaldo Reynoso, Ricardo Sumalavia, Edmundo Paz Soldán, Fernando Iwasaki, Pablo de Santis, Edgardo Rivera Martínez. Nadie olvidará, unos años después, la entrevista con Isabel Allende tomada en el centro de Madrid.
También interpelamos a algunos cantantes: Juanes, León Gieco, Fito Páez, Piero de Benedictis, Susana Baca. Hicimos homenajes inolvidables a Manuel Baquerizo Baldeón, a Zenobio Dagha, a Flor Pucarina, a Picaflor de los Andes.
Y hubo especiales temáticos: de amor, de erotismo, de misterio, de humor. Además, distinguimos los cuarenta años de “Conversación en La Catedral” (Vargas Llosa nos escribió una gentil carta donde nos agradece el gesto) y los quince años de la desaparición de Julio Ramón Ribeyro.
En una ocasión nos reímos todos y, a propósito del último mundial de fútbol, juntamos a varios escritores para que opinaran a favor y en contra de ese controvertido deporte. Las caricaturas, siempre, estuvieron a cargo del extraordinario Humberto “Beto” Pérez, aunque alguna vez también dibujó para nosotros el gran Josué Sánchez y Víctor Matos, otro gran pintor de la zona. También hubo plumas que han acrisolado el suplemento: Nelson Manrique, Tomás Hidalgo, Carlos Villanes Cairo, Isabel Córdova Rosas, Luis Cárdenas Raschio, Diana Casas.
Cuando Fernando partió en busca de otros espacios, Edvan Ríos quedó a cargo del suplemento. Luego vinieron Jaime Bravo y Juan Carlos Suárez Revollar, y todos trabajaron con ahínco y tesonera obsesión: cada uno fue imprimiéndole su propio talento, su simiente, su competencia, herencias imperceptibles pero sustanciales que fueron solidificando la verdadera complexión del suplemento. Con ellos nacieron las secciones de reseñas de libros y de microcuento. Ahora brega Luis Puente de la Vega.
Por ello, y de por sí, “Sólo 4” es uno de los suplementos culturales de provincia (el único si se quiere) más importantes de las últimas décadas. Larga vida a esta enciclopedia mínima que sigue iluminando el camino sabatino de nuestro devenir.
También interpelamos a algunos cantantes: Juanes, León Gieco, Fito Páez, Piero de Benedictis, Susana Baca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe tu comentario aquí.