Saulo Balvín
Leí muchos relatos durante mi niñez y adolescencia. La ya famosísima historia de “El Principito” de Saint-Exupery, luego los cuentos de Tolstoi, pasando por relatos peruanos, y complementando con cuentos regionales y locales. Hasta ahora, mi abnegación por descifrar los escritos de argumentación breve, y exuberante; conforman mi preferencia literaria. Como dije, hasta la adolescencia ya establecía esos gustos, sin embargo, llegó la ocasión en que trascendió mis lecturas breves a las novelas, e indudablemente, aquella colección de libros de tapa amarilla y blanca que predominaba en el tercer estante de mi librero me llamó la atención. Era de la editorial Salvat. No es por pura secuencia que inicié la lectura de esa colección que empezaba con la novela del español Miguel de Unamuno, más tarde entendería que era un pensador y escritor universal. Para los que conocen de esa colección de libros, me refiero a la novela: “La tía Tula”, el mismo autor de la famosa novela: “Niebla”.
El título de esta novela “La tía Tula”, me pareció en un comienzo, antes de leerlo, algo referido a un sobrino que cuenta la historia de su tía. En la edad de mis 16 años, cuando todavía no entendía plenamente de literatura, formulaba argumentos ingenuos. Quizás por ser una novela breve, haya sido permisible que la lea de inicio a fin con toda la atención de una tarde de otoño sin interrupción alguna.
Con esa novela me involucré a una historia cristiana, por así decirlo. Los personajes como Rosa, hermana de Tula (Gertrudis era su verdadero nombre), vivían devotamente, entre principios cristianos de himnos y reflexiones, crecieron con su tío sacerdote. Ambas hermanas eran huérfanas. Pues a mi edad, yo presentí involucrarme con una confidencia. La vida conservadora y ensimismada de Rosa y Tula, se parecían a la mía en el hecho de que desde mis 12 años yo también estaba involucrado en el mundo de los hábitos, himnos, sermones dominicales y de festividades religiosas. Quizás por eso siempre me llevo el recuerdo de esta novela como algo propio. No por el desarrollo de la historia, sino por la vida del autor y de sus personajes que están destinados a seguir la rienda de Dios.
Pues pasaron tiempos en que esa experiencia propia de conformar la iglesia cambiara desde mi perspectiva y transformara esas concepciones a algo más existencial. Pero la novela quedó enmarcada en ese singular recuerdo que tiene uno sobre lo que forma la vida.
Sobre lo que acontece en la novela, es de un romance entre Rosa y Ramiro. Tula también tuvo un sentimiento hacia Ramiro. Pero en la aceptación religiosa dejó que se casara con su hermana, porque ya la había dejado en cinta. Al tercer hijo que tendría Rosa, fallece, quedándose Tula a cargo de sus sobrinos, no sin antes oírle a su hermana decir que si Ramiro tendría que volverse a casar debería ser con ella, pero ésta no se permitió dicho mandato. Ramiro, por necesidad de otra mujer, concibe un hijo con la sirvienta, y Tula, como madre ejemplar de sus sobrinos, hace que Ramiro se case con la sirvienta. Entre esos dilemas de la vida transcurre la de Tula, que ateniéndose a las divinas providencias, acepta que ha sido destinada a idear y adjudicar su destino en beneplácito de los demás.
El sentido común que tenía sobre las novelas (telenovelas), pasó a ser superfluo, con finales felices. Cuando terminé de leer “La tía Tula”, supuse que no todo tiene un final dichoso para los personajes principales. Aquí, esta historia es trágica: muere Rosa hermana de Tula, también fallece la sirvienta con la que Ramiro tuvo un hijo, asimismo, Tula, al final de todo. No terminé en lágrimas por el desenlace fatal, más bien inició en mí una aceptación a la muerte, como respuesta a una vida consumada.
Para ser la primera novela que lee uno, ya te sientes trastocado por el sentido de la vida, y que, a pesar de todas las hazañas que realiza Tula para salvar a los demás del entorno social y los malos dichos, su vida es inmutable, se muestra en ese drama como la redentora, y que entre su vida ensimismada y abnegada a la santidad ve su debilidad: servir a los demás para sentirse, según ella, “feliz”. Sin la tía Tula la historia no tendría sentido. Ella hace que los demás giren entorno a su existencia. Se formen en base a sus principios. Cuando su sobrino, el mayor, ya puede asumir la responsabilidad de sus demás hermanos, la tía Tula, cree que todo está consumado, y su muerte ya es el milagro que Dios le ha podido dar. En toda la trama, uno se siente trastocado por el espíritu religioso que ambienta la historia, la época, y así esta novela se vuelve comprensible, porque todo obedece un orden. Cada vez que pienso en esta primera novela que leí, debido a que permitió avocarme plenamente la a lectura, y a escribir.
Cuando terminé de leer “La tía Tula”, supuse que no todo tiene un final dichoso para los personajes principales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe tu comentario aquí.