jueves, 3 de noviembre de 2011

COLUMNA: UN MUNDO PERFECTO

Bolero sin alma

Jorge Jaime Valdez

“Bolero de noche” (2011) es el tercer largometraje de Eduardo Mendoza quien se hizo conocido por películas como “Mañana te cuento” (2005) y “Mañana te cuento 2” (2008), cuyo mayor atractivo eran los desnudos de sus protagonistas. Como sabemos, el cine peruano se caracteriza por sacar ventaja del escandalo, escenas subidas de tono son garantía de éxito comercial, pero se preocupan poco por la calidad y el contenido de los filmes. Las cintas que se ruedan anualmente son pocas, se pueden contar con los dedos de una mano. Muchas de éstas se debaten entre lo abiertamente comercial y otras, las menos, tratan de reflejar un cine más personal, más de autor, si se quiere, como “La teta asustada” o “Las malas intenciones” que se puede ver en Lima por estos días, mientras aquí seguimos esperando. El problema de las cintas comerciales es que apelan al cine esquemático, de fórmula, con situaciones manoseadas hasta el hartazgo, con actuaciones que no convencen e historias flojas y efectistas.
“Bolero de Noche” pretende, sin lograrlo, ser una película de autor, que apela, además, a un cine fantástico, que logra menos. La historia es conocida: un compositor (Trovador) se encuentra en la búsqueda de escribir un bolero que lo inmortalice, pero la inspiración no llega; entonces, vende su alma al diablo para lograr su propósito en esta vida, así conoce a la “Gitana” (Vanessa Terkes), que será su musa inspiradora; y a la par, frecuenta un bar nostálgico donde la Barona (Teddy Guzmán) interpreta boleros memorables.
La cinta es ambiciosa pero muere en el intento, no tiene coherencia lógica ni narrativa, el espectador no sabe en qué tiempo se encuentra, la puesta en escena es confusa. El bar, la vestimenta del protagonista y su departamento, donde cae una gotera inexplicable, pertenecen a otra época, parecen los años cincuenta o sesenta, y de pronto, fuera de estos espacios, estamos en la Lima actual llena de caos y desorden. Los espacios temporales en la ficción no tienen consistencia. Las actuaciones son fallidas, la química requerida para que la relación de amor entre los protagonistas fluya es nula, quiere ser una historia romántica, pero se desvanece como esa falsa bruma donde aparece un Mefistófeles teatral y amanerado, interpretado, sin éxito, por Leonardo Torres Vilar.
Cuesta mucho “dar vida” en el cine, solo los directores con oficio pueden hacer que sus personajes cobren vida en la ficción, y que nosotros como espectadores nos involucremos e identifiquemos con sus logros y fracasos, con sus vidas y su drama. Si vemos una película de Clint Eastwood, por ejemplo, le creemos todo. Con otros cineastas no pasa lo mismo, pueden dar personajes correctos e historias bien contadas y no tener el don de crear vida.
“Bolero de noche”, tiene un inicio auspicioso, empieza con un bolero poderoso, cantado por la Barona y el trio “Los Morunos”. Este inicio logrado, se evapora pronto como la coherencia de esta película fallida, aburrida y esquemática. El bolero que es un género formidable, que cuenta como ningún otro las penas de amor, es desperdiciado groseramente para justificar una historia sin alma. Hasta las publicitadas escenas eróticas con relación lésbica incluida, resultan decepcionantes. Giovanni Ciccia no convence en ningún momento y la Terkes es un manojo de disfuerzos que nos recuerda, cada instante, a la protagonista juvenil de “Torbellino”.

La cinta es ambiciosa pero muere en el intento, no tiene coherencia lógica ni narrativa, el espectador no sabe en qué tiempo se encuentra, la puesta en escena es confusa.

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