Historia del ojo
Georges Bataille
Me acerqué suavemente a su lado para descubrir lo que pasaba; en efecto, Simona se estaba masturbando con el rostro pegado a la reja, cerca de la cabeza del sacerdote, con los miembros tensos, los muslos separados, los dedos metidos dentro de la vagina; podía tocarla y le agarré el culo un instante. Entonces oí que decía claramente:
—Padre, aún no le he dicho lo más grave.
Siguió un momento de silencio.
—Lo más grave, padre, es que me estoy masturbando mientras me confieso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe tu comentario aquí.