“Quédate a dormir”
Yeniva Fernández
Su cuerpo era frágil, de formas adolescentes,
piernas estrechas y caderas poco desarrolladas. El busto, por el contrario, era
pronunciado y firme, de aureolas grandes y doradas como gajos de durazno. La
piel lucía erizada, así que se dio ligeros golpecitos antes de aplicarse la
crema. Empezó por los brazos, de arriba a abajo hasta llegar a las puntas de
los dedos, dedicando especial atención a los codos. En seguida subió a los
hombros, el líquido lechoso se extendió tibio y ella dejó que se derramara un
poco sobre sus pechos.
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