Isabel
Córdova y el misterio de la literatura
Sandro Bossio Suárez
La literatura infantil, qué duda cabe,
es una de las más antiguas y complejas sobre la tierra. Es la que nos acompaña
desde los albores de la humanidad, y desde niños, la que siembra de sueños,
asombro, candor en nuestra infancia, la que nos llena de esa visión luminosa y
encantada de la vida en nuestros primeros años.
En esa perspectiva, la literatura
infantil debe advertirse como una literatura formal en el cabal sentido de la
palabra. Es decir, debe cumplir con los requisitos explícitos, positivos, de la
literatura universal tanto en contenidos como en estética.
En el Perú, desde principios
del siglo XX, contamos con importantes representantes de este modelo literario:
Abraham Valdelomar, Francisco Izquierdo Ríos, Carlota Carvallo de Núñez, Rosa
Cerna Guardia, entre otros.
A este tipo de literatura
seria y sensata (porque también existe la otra, la que, con el pretexto de
escribirles a los niños, persigue solo un fin utilitario) pertenece el nuevo y
maravilloso libro “El acertijo de oro”, de Isabel Córdova Rosas, actualmente la
más importante escritora nacional de literatura infantil, ampliamente publicada
y traducida en el mundo.
La historia nos cuenta la aventura del
despistado Luis, quien ha extraviado un prendedor que Almudena, su mejor amiga,
le ha regalado. En su desesperada búsqueda, encuentra en el armario a un
duendecillo: Trastolillo. Florece entre ellos una profunda amistad. Abundan las
confidencias. Luis le confiesa que está enamorado de Almudena y éste también le
hace una confesión: está prendado de una bella duende llamada Zum, pero no
podrá casarse con ella si no encuentra la piedra de ambrosía. Conmovido por
esto y secundado por Almudena, Luis se echa a la búsqueda de la perla.
Como puede verse, la docena de
capítulos está llena de aventura, suspenso, emociones de múltiples aristas con
una trama genuina y autónoma, con recursos que la hacen intensa y apasionada,
aguda y penetrante, orientada hacia un claro fin de emociones encontradas y
didáctica inteligente.
Destaca la pericia de la autora para,
en medio de las carreras propias de la novela juvenil, darse tiempo y dedicarle
todo un capítulo (brillante, por cierto) al pasado de Trastolillo, quien le
cuenta a Luis las aventuras que vivió con el propio Lazarillo de Tormes, al que
ha secundado en sus truhanescas andanzas. Se trata, pues, de una valiosa
estrategia literaria con finalidad pedagógica que facilita el aprendizaje y
despierta la curiosidad del lector por conocer la novela picaresca. Contiene,
además, metaliteratura: una historia fictiva que se sirve de otra también
fictiva para echar a andar los engranajes de los conflictos y suspensos de los
buenos libros.
Bajo esa advertencia, la novela
de Córdova Rosas se encumbra como el arquetipo más genuino de la literatura
infantil, aquella que, como dice Danilo Sánchez Lihón “es reconocida como la
verdadera literatura universal, porque de ella devienen todas las restantes, y
porque sus atributos son esenciales a aquellos que toda estética reconoce como
consustanciales al arte: el espíritu de infancia”.
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