domingo, 25 de noviembre de 2012

COLUMNA: UN MUNDO PERFECTO


Operación Skyfall: cuando los héroes envejecen

Jorge Jaime Valdez



El agente secreto Bond, James Bond, es un personaje que forma parte de la mitología cinematográfica. Lleva cincuenta años, desde 1962, acumulando espectadores y fanáticos a lo largo del mundo. Fueron seis actores quienes dieron vida al agente inglés, el primero fue Sean Connery y el último es Daniel Craig. Entre ellos también estuvieron George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton y Pierce Brosnan.
La reciente entrega de esta larga saga es “Operación Skyfall”, y es la tercera participación de Daniel Craig como protagonista. Después de mucho tiempo, volvemos a ver una cinta convincente, que tiene la fuerza y la emoción de las grandes películas.
Después de un inicio convencional, la poderosa voz de Adele abre la historia con una animación magnética. Hacia la mitad del filme, aparece el villano encarnado por, el ganador del Oscar, Javier Bardem, en una actuación exagerada como el antagonista de Bond, pero que sabe darle el color y la ambigüedad necesaria que todo buen villano debe tener. Es amanerado, pero también sádico, rencoroso y pasional, débil mas también inteligente.
Logra que olvidemos por momentos, o al menos, que no lo confundamos con su notable interpretación de otro asesino, más sanguinario e inquietante: Anton Chigurh, que caracterizó en la formidable cinta de los hermanos Coen, “Sin lugar para los débiles” —o “No Country for Old Men” en su título original—, que lo consolidó como un gran actor y le dio su primera estatuilla dorada.
Esta presencia se luce junto a Judi Dench, y ambos logran relegar al agente 007 un poco más atrás. Esto no quiere decir que Craig no esté bien, todo lo contrario, es uno de los mejores Bond de la franquicia, es duro y envejece con dignidad, no tiene el glamour de Connery ni de Moore, pero demuestra más fuerza que ambos. Está envejeciendo, y se nota el paso del tiempo en su rostro maltrecho, descuidado, lleno de magulladuras que su oficio, y el paso del tiempo, le dieron. Para esta era moderna es un veterano y sede, de a poco, a los jóvenes llenos de avances tecnológicos que se burlan de los antiguos artefactos del disminuido detective.
Hay una crítica sutil a la tecnología. Los agentes de la vieja guardia, encarnados por Craig y Dench, sobrevivieron a la caída del Muro de Berlín y a la Guerra Fría, pero parecen retroceder ante los cambios del mundo.
Las mejores secuencias del filme se encuentran hacia el final, cuando Bond vuelve a Escocia a reencontrase con su pasado y a saldar cuentas. Resulta simbólico, por decir lo menos, ver a los “hermanos” —los dos son hechura de la agente M—, y a la “madre” de ambos, arreglando deudas de sangre bajo la cruz de una vieja iglesia. Esta parte es sombría y menos luminosa que en Turquía y China; sin embargo, está mejor.
La fotografía virtuosa de Roger Deakins se luce dándole aires de “Cine Noir” o de Gánsteres, géneros conocidos con creces por su director, e incluso hay referencias sutiles a la tradición del western.
Este final largo y épico, nos recuerda a “Batman, el caballero de la noche” de Cristopher Nolan, y también a cintas anteriores de Sam Mendes, sobre todo, “Camino a la perdición”.
Finalmente, solo queda recomendar con entusiasmo esta película, que no da respiro a pesar de su largo metraje. Bond sigue vigente a pesar del paso inexorable del tiempo, y Mendes, su director, supo ponerle su sello personal a un personaje que parecía haber perdido vigencia.

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